miércoles, 25 de febrero de 2015

Revisando tesoros: Ahora que la Feria terminó...



  El viernes pasado tuve mi última jornada larga en la Feria Internacional del Libro, en la Habana. A las 10am fui parte del público que escuchó a los panelistas del encuentro “Cuba y los Estados Unidos”, ocasión en la cual a los ponentes anunciados -Rafael Hernández, Jorge Mario Sánchez y Elier Ramírez- se sumaron las inesperadas presencias de Peter Kornbluh y Sheryl Lutjens. Terminado el panel, fue presentado un CD que, bajo el simpático título “¡Play Ball! Debatiendo las relaciones Cuba-Estados Unidos”, y con autoría de Rafael Hernández y Jorge Domínguez, contiene todo un volumen dedicado al asunto, además de la totalidad de los textos sobre ello publicados por la revista “Temas”.
Es curioso que, a pesar del impacto tremendo que la noticia del 17D ha tenido en la vida cubana, no hubo –por parte del público- grandes preguntas y quedó la sensación de que todavía los cubanos no terminamos de asimilar lo que ese día sucedió; lo mismo en el alcance horizontal de las transformaciones que en la penetración y profundidad de estas si se les analiza desde la óptica de la larga duración. Detrás del estupor frente al terrible momento de “período especial”, a inicios de los 90, aparece ahora este nuevo estupor que lo mismo genera incertidumbre que respuestas según el modelo de “fortaleza sitiada”. En un momento de su intervención, Rafael Hernández utilizó una imagen que describe el nuevo escenario: “Dos que han pasado años combatiendo contra el otro en peleas de boxeo, ahora deberán enfrentarse en encuentros de ajedrez.
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  En cuanto a la tarde, dediqué la primera mitad a una pasión vieja y entonces fui a la presentación de la valiosísima compilación que, con el título “El mundo de la ciencia-ficción”, hizo el ensayista y editor Rinaldo Acosta para la Editorial CubaLiteraria. Por cierto que la atención privilegiada a los libros en formato papel ha oscurecido los muy interesantes aportes provenientes de las ediciones electrónicas cubanas; esta vez, además de la citada, ha sido posible disponer de CD’s dedicados a las obras de José Lezama Lima, Samuel Feijoó, una selección de poemas eróticos y un CD multimedia de poetas jóvenes (este último por Ediciones La Luz, de Holguín). Si uno recuerda como, en años recientes, igual han sido hechas ediciones electrónicas de la obra de José María Heredia, de la colección íntegra de la revista “Pensamiento crítico”, así como de las revistas “Tablas” y “Conjunto”, se hace notable la importancia del esfuerzo lo mismo para el lector general que para especialistas e investigadores.

   A la misma vez que los productos obtenidos merecen respeto y elogio, también debe ser anotado que la contribución tiene lugar en un ambiente de miseria tecnológica dentro del cual –por causa de la no existencia de catálogos o de espacios que, con las condiciones adecuadas, se encarguen de reunir todo lo producido, procesarlo y ponerlo al servicio del público- se torna difícil o imposible construir una visión de conjunto del trabajo realizado en este campo o dar mejor aprovechamiento a sus logros. Esta incapacidad de concebir y organizar los ciclos completos (se compilan los materiales, más no son facilitados los modos o espacios para su uso y consumo), una vez más revela nuestra inmadurez y eterno subdesarrollo.
En cuanto a “El mundo de la ciencia-ficción”, empeño para el quisiéramos mejor suerte, según expresan los editores:
“… propone al lector cubano una biblioteca  en formato digital que incluye varios géneros literarios y una colección de fanzines y revistas cubanas desde los inicios de estas publicaciones en la Isla: I+real, miNatura, Nexus, Cuenta Regresiva, Disparos en red, Estronia, Korad, Qubit, Onírica, La voz de Alnader, Metatron H13.  Completan este esfuerzo los libros: Crónicas de lo ajeno y lo lejano de Rinaldo Acosta (edición aumentada) , la antología de relatos cubanos Crónicas del mañana con prólogo y selección de Yoss (Letras Cubanas 2008), la selección de cuentos cubanos ciberpunk Ciberficción armada por Raúl Aguiar, la colección de ensayos La isla y las estrellas realizada por Rinaldo Acosta y La quinta dimensión de la autoría de Yoss. La selección de narradores cubanos: Varios visitantes inesperados;  una biblioteca breve de clásicos, entre los que encontraremos narrativa de Julio Verne, H.G. Wells, Abraham Merrit, Edwin Abbott...;, y El posible camino, una complilación de relatos donde están incluidos: Mary W. Shelley, Edgar Allan Poe, Edward Bellamy, Hoffmann  y  Jack London, en una nómina que llega hasta 12 autores.”

   Esta compilación única es altamente necesaria y reveladora de la fascinante complejidad de la literatura cubana, así como de la voluntad de diversas comunidades (en este caso, los autores del género ciencia-ficción) por elaborar nuevos cánones y por delimitar espacios propios en el corpus de la literatura nacional. Sólo la gigantesca y soterrada épica de los fanzines -sostenidos a lo largo de años, con escasísimos recursos no pocos de ellos y casi siempre sin merecer la más diminuta atención oficial-, hubiera sido ya suficiente para justificar el CD. Se puede imaginar lo extraordinario que sería   –gracias a la dedicación de otros tan apasionados como Rinaldo- poder contar con archivos de tanta utilidad para reconstruir los caminos  de las sub-culturas del rock y del hip-hop cubanos, entre otras aproximaciones posibles al hecho cultural contemporáneo.
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   Si lo anterior fue intenso, el final de la tarde agregó nuevas emociones con la presentación –en una sala abarrotada- de la edición cubana (¡al fin!) de ese clásico contemporáneo de la investigación histórico-social sobre  nuestro país que es “Una nación para todos. Raza, desigualdad y política en Cuba: 1900-2000”, de Alejandro de la Fuente. Agréguese aquí que, junto al texto de Alejandro, fue presentado “El barco de esclavos. Una historia humana”, de Markus Rediker, y entonces se podrá sentir la hondura conceptual y la suerte de electricidad que llenaba el ambiente.
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  Aunque la Feria terminó el domingo, dos días más tarde, todavía quedaba un estremecimiento enorme por atravesar o vivir; me refiero a la presentación, el martes 24 de febrero, de “La Virgen de la Caridad del Cobre en el alma del pueblo cubano”, de Emilio Cueto. Es difícil escribir de este libro hermoso e impactante, profusamente ilustrado a lo largo de sus casi 500 páginas, que desborda fe y amor, resultado de muchos años de búsqueda en archivos de diversas partes del mundo, en el cual se funden la pasión del coleccionista y la paciencia del investigador, la erudición y el análisis. Cueto organiza en seis grandes bloques la presencia de la Virgen de la Caridad del Cobre en la cultura y sociedad cubana; comienza por lo propiamente histórico (desde la primera mención a la Virgen y la reproducción del documento facsimilar que tal cosa relata); se extiende a los terrenos del arte plástico, la literatura, la música, la radio, televisión, cine y danza; y nos invita a un sorpresivo y desmesurado paseo por los territorios de la Virgen viajera (en palabras de su autor: “cientos de rastros y huellas de la Caridad en 250 ciudades de 31 países en todos los continentes”).

   Tanto el contenido del libro, como la procedencia del autor (cubano residente en los Estados Unidos durante ya más de medio siglo), así como el tipo y lugar de la presentación (una actividad abierta a todo público en la Biblioteca Provincial “Rubén Martínez Villena”, espacio perteneciente al sistema de instituciones culturales de la Oficina del Historiador de la ciudad) otorgan a la ocasión un carácter especial y hace –de quienes estuvimos allí- testigos privilegiados, pues se trata de un gesto que pocos años antes ni siquiera hubiese sido concebible.
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   La más reciente sorpresa de febrero la tuve hoy, en la mañana, cuando participé como invitado en la reunión que un grupo de escritores cubanos sostuvimos con Carles Torner y James Tennant, respectivamente Director Ejecutivo y Coordinador literario de PEN Internacional, la conocida “asociación global” que (en 145 Centros PEN) reúne escritores del mundo entero. En el interesante intercambio conocimos del interés de los asociados por invitar a que los escritores cubanos residentes en la Isla sean parte de PEN y del conjunto de encuentros, publicaciones, proyectos y acciones de todo tipo que la asociación desarrolla. Este contacto inicial deberá ser seguido de intercambios y acciones que fomenten el conocimiento mutuo entre los escritores cubanos y PEN Internacional.
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   El año marcha a una asombrosa velocidad rápida: a fines de enero estuve en Washington para un encuentro dedicado a las relaciones entre Cuba y los Estados Unidos; en la Feria Internacional del Libro viví no pocos momentos interesantes y hasta privilegiados por lo excepcional; cumplí cincuenta y cinco años; y ahora me toca participar de esta inesperada visita de directivos del PEN Internacional. Satisface y marea la cantidad de emoción, pero no es esto lo que –desde hace semanas- ocupa mi cabeza, sino el recuerdo de algo que experimenté en el santuario del Cobre un mes después de la visita a Cuba de Su Santidad, Benedicto XVI.

   Pasé en el santuario tres días, como participante del Encuentro de Comunicadores Católicos que en esa fecha tuvo lugar e invitado a asistir por Roberto Veiga y Lenier González, quien por entonces todavía eran los editores de la revista “Espacio Laical” en la que varias veces colaboré. Me tocó dormir en la misma parte del santuario en la que había dormido el Papa y sus acompañantes; un conjunto de habitaciones que, todavía un mes más tarde, conservaban en las puertas el letrero indicador de la persona a quien correspondían. No sé por qué este recuerdo martilla mi cabeza desde los comienzos de este año, pero el hecho es que me tocó la misma habitación en la que durmió Benedicto XVI; si no recuerdo mal, incluso tengo alguna foto en la que se ve el pequeño trozo de cartón con su nombre.

   No había más que una pequeña camita, una pequeña mesa con su lámpara, una pequeña silla. Pero lo que más me impresionó fue la ducha, estrecha, humilde: el suelo más de cemento gris que de azulejos. Dios mío, no había ni el más pequeño lujo y el suelo de esa ducha pobre es algo que no olvido. Recuerdo que pensé y traté de imaginar a los constructores. No sé qué quieren decir ni qué piden esas imágenes, pero están ahí: dentro de mi cabeza, se mueven y tratan de vivir por sí solas. Aquellos días yo trataba de entender…  al señor de pelo blanco, tan frágil, que veía en la televisión y las fotografías… era tan enormemente poderoso y una y otra vez me desarmaba la contradicción con esa cemento gris, común, sin pretensiones.

   En la pequeña habitación, lloré.


Victor Fowler Calzada
Zequeira 175 altos e/ Infanta y Cruz del Padre
Cerro, Habana 6
(a medio camino entre la Esquina de Tejas
y el stadium Latinoamericano)
Teléfono: 8734352
Celular: 5835 9986
  



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