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"No hay enigma. Si se puede plantear una cuestión, también se puede responder.” Ludwig Wittgettstein
domingo, 23 de septiembre de 2012
En la Feria Internacional del Libro de la Habana: un día intenso...
Cercanías, distancias, impactos...
Cercanías, distancias, impactos..
Puesto que también es probable que al quitar la carrocería del auto (Ford, Oldsmobile, Chevrolet, Cadillac) encontremos que el motor es de un auto de la antigua Unión Soviética, o que donde había gasolina hoy funcione un motor de petróleo, o la acumulación caníbal de piezas de origen diverso, simplemente fabricadas por técnicos cubanos, entonces estaríamos presenciando una combinación –otra vez milagrosa- de tecnologías, ideologías, épocas y, sobre todo, de creatividad. A la misma vez, la supervivencia de nuestro auto (en Estados Unidos, por ejemplo, un “original” de antes de 1959, que todavía ruede, tendría un precio considerable), no como objeto de lujo sino como un medio de transporte más en la vida cotidiana (la mayoría, o una cantidad enorme de ellos, trabajan como taxis en manos de propietarios privados) nos habla de estructuras y dinámicas propias del socialismo en su variante cubana; ya sea de la cuestión de los estamentos, clases y capas en las que está dividida la sociedad, así como de sus expectativas y símbolos de distinción. Al mismo tiempo, y dado que nuestro auto –de modo metafórico- todavía se ve obligado (como taxi) a brindar servicio, la imagen abre espacio en dirección a las múltiples insuficiencias socio-económicas de ese socialismo cubano y es como si también las comentara. A diferencia de cualquier otro sitio donde los símbolos de estatus que marcan la pertenencia al grupo élite no están directamente asociados a la necesidad, sino a la más valiosa oferta del mercado (sea esto lo ultra-moderno y con mayores prestaciones o, justo lo contrario, aquello certificado como antique) en Cuba se conectan con el uso inmediato; son herramientas para vivir mejor dentro de una cultura de la supervivencia.
Para tornar las cosas aún más raras, la posibilidad de acceder a este sector (de los poseedores de automóvil) depende de factores tan azarosos como pasar en el extranjero una larga estancia de trabajo o contar con la ayuda, igualmente desde el extranjero, de familiares, amantes o amigos generosos; esto nos habla de un país donde se prefirió el desarrollo de políticas sociales (por ejemplo, los sistemas de transporte colectivo) antes que favorecer la propiedad individual. Y, para terminar con algo ya casi esquizofrénico, casi cualquier cubano ha visto ese auto (asociándolo a “lo norteamericano”) desde la infancia, lo ha seguido en el tiempo, lo ha querido para sí; cuando dejaron de entrar al país los siguió contemplando –a lo largo de los años- en centenares de películas y ahora, después de la desaparición del antiguo campo socialista (justo cuando el descalabro económico hace más improbable la realización del sueño) los ha visto como nunca en una televisión y un cine repletos de estos inalcanzables objetos del deseo.
Me he dedicado a desarrollar esta suerte de desafío de la interpretación para introducir las siguientes posibilidades en cuanto a las cercanías que, según mi juicio, favorecerán una relación nueva y mutuamente beneficiosa (eso deseo) entre los Estados Unidos y Cuba; las distancias que dificultarán que esto suceda; así como -en caso de que ocurra- algunos impactos positivos, cautelas y peligros para ambos países.
Cercanías:
Cuba es incomprensible sin su larga y muy enraizada relación económica y política con los Estados Unidos. La supervivencia, así como la importancia (tanto real como simbólica) de muy variados elementos de la cultura material estadounidense es un elemento favorecedor.
A diferencia de las otras dos mega-naciones con las que el socialismo cubano estableció (o intenta) relaciones socio-político-económicas estructurales (Unión Soviética y ahora Rusia, además de China), la conexión con Estados Unidos entraña proximidad y hay, a nivel popular, una comunicación fluida asentada –sobre todo- en el consumo de producciones culturales del vecino norteño, en muy destacado lugar ropa, música, todo tipo de materiales televisivos, películas.
La misma condición crítica de la economía cubana, la agricultura y otras infraestructuras productivas y/o de comunicaciones y transporte, el deterioro del patrimonio habitacional y las potencialidades aún no aprovechadas (o sub-aprovechadas) para el turismo, son incentivos para la inversión y, en general, demandas por cubrir con producciones, servicios o simple consumo que generen beneficio.
El elevado nivel cultural medio de la población (un país de 11 millones de personas virtualmente sin analfabetos, donde la inmensa mayoría tiene más de 6to. grado de escolaridad, con centenares de miles de técnicos y graduados de nivel superior) permite imaginar la instalación/administración de empresas de alta complejidad (lo mismo de producción de software que de ensamblaje de naves cósmicas). En este punto, vale la pena destacar que el inglés es asignatura obligatoria desde la Educación Media hasta la Universidad, de modo que hay una larga cantidad de personas que, cuando menos, conoce los rudimentos de dicho idioma.
La baja tasa de crímenes, la elevada seguridad ciudadana, la baja prevalencia de VIH, así como la existencia de un sistema nacional de salud que –aunque muy dañado por la crisis- mantiene atención universal en la totalidad del territorio, son elementos de importancia para el aumento rápido del turismo desde Estados Unidos hacia Cuba.
La existencia de una comunidad cubana residente en Estados Unidos que, además de tener un alto peso relativo desde el punto de vista estadístico, posee una élite de importante poder económico, líderes sociales y figuras simbólicas reconocidas en ambos países, y que, si bien, por encima de la fractura política, conservó o ha reconstruido numerosos lazos con el país de origen, también muestra un alto nivel de integración en las dinámicas sociales, económicas y culturales de los Estados Unidos y en su aparato político. Dicho de otro modo: un amplio grupo de potenciales intermediarios para procesos de cualquier tipo en la medida que las circunstancias lo demanden y se vaya haciendo posible.
Intereses comunes en lo que toca a colaboración en el control de epidemias, tráfico de drogas en la región o, en general, lazos transnacionales de grupos criminales, además de la protección del medio ambiente.
Distancias:
A todas luces, la diferencia principal entre ambos países radica en sus distintas opciones en lo que toca a la organización y funcionamiento de las estructuras políticas, económicas y sociales; esto, demasiado evidente, conduce a visiones radicalmente opuestas cuando se introduce en la ecuación la formidable asimetría entre los dos Estados en términos de poder: entre la nación más poderosa del planeta y un pequeño territorio del subdesarrollo. Para cualquier negociación o proyecto futuro, esto es un elemento profundamente integrado a la cultura política de los cubanos después de 1959 (incluso en quienes están en el exilio/diáspora) que no debe ser subestimado.. Se trata de sociedades que, en sentido general, tienen y utilizan conceptos diferentes acerca de la más variada cantidad de asuntos; estos pueden ser resumidos en cuatro puntos diferenciadores o, simplemente, de conflicto:
Concepción sobre los derechos humanos (sociales y de la persona).
Concepción sobre la propiedad y la distribución de la riqueza (con énfasis en la ganancia individual o en el beneficio social).
Concepción sobre las formas de organización política en la sociedad (fundamentalmente centrada en la alternativa multipartidismo/monopartidismo, así como en los espacios y modos de la expresión política).
Concepción acerca de la independencia, la autodeterminación y la soberanía nacional.
En cuanto a amenazas adivinables, comienzo por dos en un mismo golpe; tal vez las más importantes sean: la violencia organizada (de grupos del exilio) y el endurecimiento del ambiente político en Cuba. Cualquiera de ambas cosas haría del diálogo una suerte de cautivo, y nos devolvería al mismo viejo mundo de tensión y retóricas bélicas. Por tal motivo, la prioridad para el diálogo, su condición fundamental, será explicar la propia necesidad y valor del diálogo entre países que –durante medio siglo? vivieron una historia tan crispada. Después de todo el daño que en este tiempo sufrió la relación entre ambas naciones, hay que construir una cultura del diálogo y una esfera pública común dentro de la cual políticos, intelectuales, y en general, los ciudadanos, puedan intercambiar sus diferencias, reconocer sus identificaciones y construir y soñar proyectos juntos.
La tercera amenaza, acaso la que más escepticismo o cautela despierta en Cuba, se refiere a que –en el reverso de la alegría y expectativas ante la posibilidad de restablecer relaciones los dos países- muchos se preguntan qué beneficio traen los cambios para sus vidas o si acaso significan algo; en nuestros términos, la amenaza de un nuevo inmovilismo, entre cuyas manifestaciones sobresalientes estará el incremento de un amplio sector desposeído.
Impactos:
La normalización de relaciones entre Cuba y Estados Unidos cambiaría el mapa de las tensiones y divisiones de la región, e incluso influiría en la estabilidad y gobernabilidad, pues desaparecería el conflicto de larga duración que más polarización ha provocado a nivel internacional. Además de ello, es posible especular -acerca de lo que es imaginable que suceda- valiéndonos de la metáfora de un motor; es decir, partiendo de que el proceso deberá de arrastrar tras de sí a las economías de la región y las de otros bloques, organismos y/o países. Tal cambio e inyección de vitalidad en el inmovilismo cubano deberá de sacudir tanto la financiación como la producción, la exportación/importación, el planeamiento, el nivel de vida y las expectativas sociales, entre otros aspectos en la Isla. Los impactos de una relación fluida, y colocada en un nuevo nivel, entre Cuba y los Estados Unidos, serían tantos que apenas es posible esbozar unos poquísimos puntos de partida:
Económicos
Desarrollo de inversiones, a nivel macro, en los sectores de más evidente demanda: turismo, transporte, telecomunicaciones, agricultura y –en general- satisfacción de demandas alimentarias.
Participación, mediante inversiones directas, en el desarrollo, y ampliación de las micro-empresas cubanas.
Debilitamiento, todavía mayor, de la producción agrícola cubana al enfrentar, en condiciones de mercado, a sus pares estadounidenses. En su reverso, es también posible imaginar la existencia de una contribución a la inserción de Cuba en el mercado regional e internacional de productos agrícolas, mediante la implementación de una estrategia de complementariedad respecto a las producciones y dinámicas de comercio ya existentes en la región.
Contribución, mediante inversiones en industrias ensambladoras, a una reindustrialización de Cuba sobre bases nuevas.
Generación de estrategias que incluyan a Cuba en las líneas de comercio en la región.
Aceleración de los procesos de cambio en la estructura laboral de la Isla, haciendo ganar peso al turismo y, en general, a toda la esfera de bienes y servicios.
Políticos
Contribución al surgimiento, fortalecimiento e incremento de procesos y proyectos sostenibles en cuanto a las relaciones entre la población de Cuba y las comunidades cubanas en el mundo.
Cambio en cuanto a la percepción política que –luego de 1959- en Cuba se ha elaborado y acendrado acerca de “lo norteamericano”. Desdibujamiento de la noción de enemigo.
Posibilidad de que se produzca un debilitamiento paulatino del liderazgo y control que el PCC ejerce sobre la sociedad cubana.
Inicio de procesos de demanda y/o regularización del uso y/o consumo sin licencia o previo pago de derechos de autor de producciones culturales, software u otro tipo de producciones cuyas patentes a autoría están legalmente reconocidas en los Estados Unidos.
Aumento y refinamiento en la coordinación de esfuerzos para combatir en la región cualquier modo de crimen organizado.
Encauzamiento de reclamaciones y demandas relativas a las propiedades confiscadas por las autoridades revolucionarias, así como por concepto de daños a consecuencia del embargo/bloqueo o acciones lesivas a personas, instalaciones o procesos que hayan tenido lugar violando la soberanía de Cuba y con el consentimiento de autoridades del gobierno de los Estados Unidos.
Profundización en el estudio de los modelos de organización social en situaciones de crisis masiva, en especial lo sucedido en Cuba en los momentos inmediatos al llamado Período Especial.
Contribución a la recuperación, sobre bases nuevas, de respeto a la autodeterminación y soberanía, de una visión integradora acerca de la gobernabilidad y el desarrollo en la región.
Sociales
Empoderamiento de nuevos grupos o sectores del país a partir de su integración a las nuevas oportunidades que deberán abrirse a medida que aumenten las relaciones económicas con los Estados Unidos o por simple apoyo económico de organizaciones o individuos de aquel país a sus pares cubanos. Esto es particularmente cierto en el caso de conjuntos como los formados por sujetos queer, grupos de creyentes religiosos, de raza negra (china o judíos), entre otros.
Impulso a modalidades de “diplomacia directa” acorde al incremento que sea en la cantidad de norteamericanos viajando a Cuba. Esto deberá iniciar un enorme escenario de confrontación, diálogo e intercambio en cuanto a todo tipo de mensajes sobre ambos países, culturas, sociedades, modos de vida y sistemas de valor.
Incremento de la presencia estadounidense en toda la geografía del país, equivalente a una “deslocalización” de la confrontación, diálogo, intercambio e influencia.
Aumento acelerado en el uso masivo de Internet y la telefonía celular. Esto deberá de tener muy profundas consecuencias políticas, sociales, económicas, culturales, científicas, etc.
Culturales y científicos
Introducción en Cuba –mediante el ejemplo de la experiencia y realidad de los Estados Unidos- de saberes nuevos acerca de la sociedad, muy en particular en lo que toca a los discursos sobre las minorías: mujeres; homosexuales, lesbianas y queer en general; sujetos de raza negra; discapacitados; creyentes religiosos, etc. Directa conexión de estos discursos acerca del derecho con la noción de ciudadanía.
Ampliación en número, variedad temática y extensión de proyectos de interés académico, en especial visitas, cursos, investigaciones conjuntas, publicaciones, congresos u otros eventos bilaterales entre expertos de ambos países.
Incremento de los proyectos de intercambio deportivo y cultural, ya sea esto de baja escala (en una suerte de “diplomacia personal”) o que enfoquen la atención por su alto contenido simbólico y arrastre popular (mega-conciertos, exhibiciones de tecnología, arte, producciones industriales, relacionadas con la agricultura u otras).
Aumento y regularización de los intercambios de información y tecnología, de modo que Cuba pueda ser integrada en proyectos científicos regionales o sean creados los de carácter bilateral, ya sea esto en tareas de investigación pura o de formación, etc.
Aumento y refinamiento en la coordinación de esfuerzos para combatir en la región cualquier amenaza de epidemia, plaga o enfermedad, lo mismo para personas que animales o plantas.
Despedida
Si bien algunas de estas líneas perspectivas tal vez incluso se contrapongan entre sí, todas están abiertas a lo posible; a la misma vez, cosa que no debemos olvidar, todas pueden ser organizadas acorde a la intensidad del efecto según grupos etáreos (los jóvenes son el sector más fascinante), género, localización geográfica, preferencia sexual, ocupación, nivel cultural, integración política, etc. En este sentido, cualquiera nueva relación entre ambos países equivale al inicio de un gigantesco proyecto de reingeniería, verdad u oportunidad, que lo mismo funciona para Cuba, que para el resto de la geopolítica regional, así como los balances y –en general- la ciencia de la política interna en los Estados Unidos, e incluso en la geopolítica mundial.
Si de relaciones entre vecinos cercanos se trata, uno con la economía más poderosa que se pueda imaginar y el otro un pequeño territorio de escasos recursos, uno con producción pujante y el otro debilitado, uno de matriz cultural anglosajona y el otro hispana, tuvieron ambos países la oportunidad de enseñar un modelo de armonización de diferencias en 1898 y a lo largo de la República. Una segunda oportunidad de diálogo (que ya sabemos terminó en ruptura) llegó en 1959, con la introducción del elemento político, y ha durado hasta la fecha. Esta de ahora es la tercera oportunidad y, desde mi punto de vista, se trata de un privilegio, pues muy pocos países en la Historia han tenido ocasión de reconstruir vínculos de este tipo después de haber mantenido durante largo tiempo posiciones de hostilidad –y esto creo que es lo fundamental- sin que consigan predominar el rencor y el odio.
Además de todo lo anterior, el restablecimiento de relaciones económicas entre Cuba y los Estados Unidos (suponiendo que arribe a su máximo posible con la derogación de la Ley Helms-Burton y el levantamiento del embargo/bloqueo) no puede sino conducir a un reordenamiento radical, nuevamente conectado con sus mercados más cercanos y lógicos, así como con las opciones de adquisición de tecnología o recepción de créditos y financiamientos. Si bien esto genera entusiasmo, la deriva hacia la simple racionalidad también viene acompañada de aprehensiones, pues se puede suponer que haya un sector (incluso progresivo) que va a quedar fuera de las áreas que se constituyan en motor de la economía. Si esto es así, entonces el problema a enfrentar (en un nivel todavía más urgente que en cualquier versión anterior del acertijo) será el impedir que se constituyan en “bolsones” de pobreza, para dinamizarlos y hacer que “descubran” o “liberen” su capacidad como productores dentro de un juego económico con reglas nuevas. El entramado es tan tenso que, curiosamente, el Estado cubano va a necesitar cada vez más de una sociedad civil fuerte, que sea a la vez su contraparte dialógica y su aliada; de este modo, puesto que lo que ocurra en Cuba va a tener que ser sostenido entre todos, es urgente convertir el cambio en debate de la cosa pública, reclamando a los expertos y arrancándolo a los expertos, favoreciendo que las bases revelen su "voz" y contribuyendo a las más diversas formas de auto-organización en términos productivos.
Es de esperar que, en lo adelante, se multiplique el proceso de intercambio, debate, concertación y planeamiento conjunto entre los dos países, en un camino que sabemos lleno de dificultades, pero también de oportunidad. Los políticos, empresarios, figuras sociales e intelectuales públicos -todos aquellos que lideran y modelan el debate social- de ambos actores de la Guerra Fría y de ambas Cubas, tienen ante sí una enorme responsabilidad. De ellos esperamos que sustituyan hostilidad por colaboración, antipatía por esperanza, increpación por diálogo, venganza por perdón y reconciliación, violencia por paz, destrucción por entendimiento, ruptura por intercambio y daño por creación. Que construyan un mundo nuevo en el cual sean sanadas las heridas y fracturas de generaciones. Un mundo que reconozca y multiplique la potencia de generaciones: de nuestros hijos..
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