En la Feria Internacional del Libro de la Habana: un día intenso...
Por Victor Fowler
(febrero 18, de 2015)
Ayer fue un día más que largo en la Feria Internacional del Libro; en la mañana (como moderador y acompañando a Jorge Fornet, Leonardo Padura y Roberto Manzano), en el panel dedicado a los problemas y desafíos de la literatura cubana, y en la tarde –junto a Cira Romero, y para un grupo de libreros del país- exponiendo ideas acerca de la librería del futuro. Además de esto, asistí a la entrega de los Premios Calendario, que otorga la Asociación Hermanos Saíz, y estuve hasta el mismo cierre rastreando entre los libros de las llamadas “ediciones territoriales” (es decir, los libros publicados en las editoriales provinciales).
Uno no sabe muy bien qué hacer con los cubanos, qué pensar y cómo no sentirse entre extrañado y conmovido cuando –luego de atravesar el Rubicon del pésimo transporte público en la ciudad- se llega a un salón a las 9 de la mañana, en un amanecer de llovizna incómoda, sin otra cosa que un pequeño pomo con agua encima de la mesa y hay más de 100 personas esperando, deseosas de escuchar hablar acerca de los actuales problemas y desafíos de la literatura nacional.
Mi introducción como moderador aprovechó la respuesta, de la ensayista y amiga Odette Casamayor, a una petición de ayuda que coloqué en Facebook, justo pensando en qué podía resultar importante para ser dicho en el panel. A juicio de Odette, el principal problema/desafío de la literatura cubana es lo que ella llama la necesidad de “olvidar Cuba”.
Junto a ello, me complació citar –a modo de provocación- un momento de “Los detectives salvajes”, la célebre novela de Bolaño, en donde el personaje nombrado Ernesto San Epifanio ofrece un delirante enjuiciamiento de la literatura según el cual los poetas quedan principalmente divididos en maricones y maricas: “Una loca, según San Epifanio, estaba más cerca del manicomio florido y de las alucinaciones en carne viva mientras que los maricones y los maricas vagaban sincopadamente de la Ética a la Estética y viceversa.” Dentro de tal sorprendente clasificación, a la hora de referirse a los escritores cubanos y por encima de José Lezama Lima, Eliseo Diego, Cintio Vitier, Roberto Fernández Retamar, Nicolás Guillén y Fina García Marruz (a todos los cuales cita) aquel que parece provocarle mayores simpatías es Luis Rogelio Nogueras, de quien afirma que es “un encanto y una ninfa con espíritu de maricón juguetón.” En nuestros términos, alguien que –mediante el uso de elementos lúdicos- se aleja del pathos ante lo histórico o lo estético puros.
A lo largo de casi dos horas, y con el agregado de las intervenciones desde el público, fueron presentadas dinámicas del campo literario tan diversas como las luchas y renovación de las poéticas; las insuficiencias de los diversos sistemas de promoción y difusión del libro; los límites y consecuencias de la intervención estatal en las definiciones acerca de “lo literario”, la acción de la crítica y la formación del gusto; la emergencia de nuevos discursos y agrupamientos en el campo literario nacional; la pobreza de la crítica y su relación con las debilidades del espacio público; el previsible aumento de los contactos e intercambios entre la literatura cubana escrita dentro del país y la proveniente de los espacios de diáspora, con la particularidad del problema de la lengua en el caso principal de los cubano-americanos; la puesta en suspenso del concepto de “lo nacional”; la des-informatización de la sociedad cubana y sus consecuencias para la dinámica de la literatura (imposibilidad de acceso a Internet; escaso diálogo con autores y corrientes de la región, lengua y del mundo; inexistencia de blogs u otras opciones para la expresión personal y/o grupal según poéticas; muy reducida cantidad de autores y obras que experimentan y producen utilizando nuevas tecnologías).
En la tarde, junto a Cira Romero (cuyas palabras estuvieron dedicadas al vínculo de la librería con la comunidad), vino el momento futurista con mi intervención acerca de los perfiles de la librería por venir. La velocidad con la que nuestro mundo cambia es tan mareante como fascinante, enamora; desde los años en los que trabajé como especialista del Programa Nacional de Lectura, en la Biblioteca Nacional, es algo a lo que una y otra vez regreso. De hecho, tengo como plan bien próximo, terminar la re-escritura y actualización del manual sobre promoción de la lectura que, a inicios de los 90, allí publiqué.
Hay mucho que aprender, y esperar, en lo que corresponde a las revoluciones de la lectura que todavía vendrán a sorprendernos; sobre todo si tomamos en cuenta un aspecto que, de tan evidente, se nos olvida: el hecho de que todavía habitamos un mundo en el cual estamos coincidiendo individuos analógicos y digitales. Un mundo donde, todavía, los poderes culturales, económicos y políticos están, mayoritariamente, en manos de personas formadas como seres analógicos, pero ese no va a ser el mundo ni siquiera de nuestros hijos y –de manera absoluta- ya no será el de nuestros nietos. De esta manera, la verdadera pregunta no se refiere a nuestro presente, sino a ese futuro próximo en el cual el cien por ciento de la humanidad habrá nacido en una temporalidad digital.
Es allí donde los cambios en los modos de lectura y las oportunidades abiertas por la tecnología no sólo van a manifestarse como irreversibles, sino que dejarán de ser discutidas desde las perspectivas nostálgicas de hoy. Y en ese momento, ¿predominará el libro tradicional o habrá ganado espacio –valiéndonos de un “lector” electrónico- la inmersión en un espacio multimedial de información o ficciones de nuevo tipo? ¿extrañaremos la sensación del papel o serán populares los libros electrónicos con láminas de metal o plástico que –a la misma vez que imitan el papel- nos brindan todos los beneficios de las tecnologías informáticas de procesamiento, consumo, almacenamiento y distribución de información? ¿qué grado de desarrollo tendrán para entonces los libros algorítmicos, capaces de analizar y aprender de nuestros modos de lectura y estrategias de búsqueda, de modo que sean capaces de adelantarse a nuestras demandas y fabricar, organizar, crear aquello que les vamos a pedir?
Terminé mi intervención hablando de esa librería futura en la cual es posible que no existan más estantes cargados de libros, aunque todavía vamos a necesitar un buen recomendador de lecturas, humano y no máquina, conversador, organizador de encuentros, guía, intermediario entre la gran cultura universal y nuestra ignorancia, capaz de descubrir lo nuevo y decidido a poner su apuesta en ello, una figura del mundo de los libros: un librero.
Esta vez, el diálogo secreto lo sostuve con Radamés Molina, viejo amigo con quien volví a conectar hace unos días en Miami y quien, en estos mismos momentos, se encuentra empeñado en la implementación de un software para la lectura de textos electrónicos que ha patentado. El software, del cual brevemente pude ver una demostración, a la misma vez que organiza innumerable cantidad de datos para el hipotético lector (datos que pueden ser complementarios a lo que está siendo leído, o pasar a constituirse en el centro de una nueva lectura) también recolecta datos acerca de las estrategias de búsqueda de quien lee, sus intereses, equívocos o insatisfacciones. De este modo, mientras mayor es el archivo de esta base de datos, mayotr es el "conocimiento" que el libro-software adquiere de su usuario-lector y entonces comienza a ser capaz de hacer predicciones, de construir una suerte de "mapa mental" de quien lee y de ofrecer lo que va a ser solicitado.
Después de aquí, mi amigo Alejandro Zamora recordó que en la Sala Guillén iban a ser presentados los Premios Calendario del pasado año, en particular el volumen “¿Es tan fácil ser hombre y difícil ser negro? Masculinidad y estereotipos raciales en Cuba (1898-1912)”, de Maikel Colón Pichardo. Gracias a la buena memoria de Ale, como lo llamo, llegamos a tiempo para escuchar la pormenorizada presentación de Aida Bahr y también de comprar otros de los títulos: “Amnesia del infierno”, de Roberto Vina Martínez; “Dentro de la boca del lobo”, de Dennis Mourdoch Morán; y “Trilogía sucia de Manhattan”, de Abel Fernández Larrea.
Y terminando aquí me fui al pequeño stand de las ediciones territoriales en el cual, sobre todo, me capturaron los poemas de Anne Sexton (en traducción de Manuel González Verdecia); los de Yanira Marimón (en ese libro cuyo título, “Contemplación vs. Acto”, me recuerda a Celan) y “El sendero de las fieras”, poemario de Pedro Juan Gutiérrez.
El viernes volveré a la Feria con varios momentos en mente: el panel sobre relaciones E.U. - Cuba al cual sigue la presentación del volumen “Play-Ball”, dedicado al tema; la presentación de “Cuando el futuro nos alcance”, antología de relatos de ciencia-ficción; la del e-book “Chispas, llamas y estrellas”; la de “Poesía India posterior a la independencia” y la esperada edición cubana de “Una nación para todos”, de Alejandro de la Fuente.
Creo que va a ser un buen día.
Victor Fowler Calzada
Zequeira 175 altos e/ Infanta y Cruz del Padre
Cerro, Habana 6
(a medio camino entre la Esquina de Tejas
y el stadium Latinoamericano)
Teléfono: 8734352
Celular: 5835 9986
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