(publicado en mi muro de Facebook el 10 de mayo de 2018)
Hace par de días, en la Revista de la Mañana, apareció una
funcionaria (cuyo nombre y cargo no recuerdo, pero creo que en algo su
trabajo tiene que ver con el SIDA) del Ministerio de Salud Pública
pinareño comentando algunas de las acciones que, dentro de pocos días,
van a tener lugar en la provincia como parte de la Oncena Jornada cubana
contra la homofobia y la transfobia. Tuve el privilegio de participar,
bajo la batuta de Norge Espinosa, en aquellas Jornadas sobre Arte,
Literatura y, en general, Cultura Queer (entonces no le llamábamos así)
que –durante por lo menos tres años- fueron celebradas en la Quinta de
los Molinos habanera, lugar mítico del arte joven en la capital del
país, pues allí se encuentra la sede provincial de la Asociación
“Hermanos Saíz”.
En aquellos días, unos pocos entusiastas nos
reuníamos para hablar de autores, leer ponencias sobre cuestiones de
teoría o para analizar obras específicas, escuchar leer a poetas o
asistir a exhibiciones de artes plásticas, acaso los momentos que
recuerdo mejor. Eran instantes para el descubrimiento y la
identificación que recuerdo con más que cariño. Ahora, mientras
contemplaba a la funcionaria –que ni siquiera pudo pronunciar la palabra
“homosexual”- sentí una mezcla de tristeza con decepción, aburrimiento y
algo de pánico ante el grotesco, ante la desaparición de un agua
filtrada en las arenas de un desierto.
O será que estas
jornadas realizan la paradoja de invertir o tornar de revés lo que
debería de ser celebración, goce, alegría de ser, para no-heterosexual es
de todo signo, raza, condición social, creencia religiosa, etc., y lo
devuelven bajo la forma de mensajes dirigidos al discriminador; de modo
más o menos grosso, dirigidos a esa parte de la sociedad que considera
nociva y digna de ser extirpada, sometida o ignorada cualquiera persona
que practique formas no-normativas de sexualidad.
La paradoja es que, si bien esto es necesario (más bien, imprescindible) ,
desplaza de posiciones de centralidad la alegría, aún cuando pareciera
que la asume (en esa “conga” final de la Jornada, que ya va haciéndose
tradicional). Y es que no se trata de una “conga”, sino de extender,
debatir, combatir por la comprensión de que las sexualidades
no-normativas son simples maneras de SER, de modo que las Jornadas lo
son de PENSAMIENTO y de ALEGRÍA de SER CÓMO Y QUIÉN SE ES.
¡Ojalá
y el año próximo no se trate de una institución médica acogiendo una
celebración de seres humanos que no precisan ayuda médica!
¡Ah,
ojalá en cualquier futuro la alegría sea compartida (en desfiles
alegres) por las principales instituciones de la sociedad civil cubana,
por las instituciones políticas, por las instituciones educativas y,
entre otros, por nuestros medios masivos de comunicación!
Alguna vez tendremos que discutir todo esto en otros términos porque, a
fin de cuentas y cuando se trata de los más humildes, ¿quién emancipa y
extrae del desprecio a homosexuales, transexuales, fetichistas,
sadomasoquistas , bisexuales,
etc., cuando se vaya a tratar de los más pobres y zarrapastrosos (como
se decía en mi niñez), los que viven en los barrios más dañados, en la
basura?
Paradoja de paradojas, demanda entre todas las demandas,
creo que eso sólo puede hacerlo la (una) Revolución que trastorne el
orden social y dote de derechos a esos que apenas tuvieron. Pienso en celebraciones próximas y me sorprendo razonando lo curioso de
que sea allí, en la privación, donde se decide la verdad de los
procesos.
¡Alegría, alegría, alegría!