viernes, 18 de octubre de 2019

“La biblioteca nunca cierra”



Comencé a trabajar en la Biblioteca Nacional José Martí en el año 1989. Llegué como especialista de un departamento que ya no existe, un Departamento extraordinario que tenía como nombre “Información para la Cultura y las Artes”. Gracias al intenso trabajo de canje que la institución desarrollaba con otros países, al lugar llegaban numerosas publicaciones periódicas, varias decenas, y estas en diversos idiomas. El Departamento de Información para la Cultura y las Artes se ocupaba de procesar esta marea de información, realizar traducciones del enorme material y ponerla a disposición de los usuarios. Tan generosa era la concepción del servicio que incluso le era posible a uno de estos solicitar el resumen de lectura o la traducción de algún texto breve que necesitase para completar una investigación.

No era posible sospechar siquiera que en escasos meses nos íbamos a precipitar al interior del momento más duro de la economía cubana, pero lo que sí resultaba evidente, desde inicios de la década, era que un país con grandes planes de desarrollo no podría cumplir sus metas sin la participación decisiva del sistema de bibliotecas públicas. La traducción y circulación de documentación actualizada sobre el arte y la cultura —estoy hablando del momento exacto cuando estaba a punto de dar inicio la gran revolución de la informática contemporánea— se presentaba como una necesidad imperiosa; por eso aquel departamento contaba con especialistas capaces de asumir dichas tareas, además de nuestro común idioma español, en inglés, francés, portugués y ruso.

No pasó mucho tiempo y fui colocado en la Subdirección Metodológica de la Biblioteca, lugar donde era yo el más joven. Aunque recuerdo a todos mis compañeros y de todos aprendí, en especial de mis jefas directas, Sarah Escobar y Luisa Pedroso; mi verdadera profundización y apertura hacia las complejidades de la profesión tuvo su inicio cuando pasé a trabajar como especialista en el Programa Nacional de Promoción de la Lectura. En el Programa, apenas una sombra de la mítica Campaña por la Lectura liderada por Raúl Ferrer en 1984, recibí órdenes de la Dra. Marta Terry, Directora de la Biblioteca Nacional y a quien considero, de entre todos los jefes que hasta hoy he tenido, con quien sostuve la relación más compleja, interesante, tensa, difícil, desafiante y enriquecedora desde el punto de vista intelectual. Sin que el orden en que las reproduzco signifique preferencia o relevancia, voy a enumerar unas pocas de las muchas lecciones que de ella recibí y que, más allá del universo bibliotecario, son válidas lo mismo para instituciones culturales que de enseñanza:
  • Los lugares de más alta jerarquía cultural en un país son la Universidad y la Biblioteca Nacional. Merecer una figura, acontecimiento u obra que le sea dedicado un curso en la Universidad, coloca en el escalón más alto de las contribuciones posibles a la construcción de una cultura y un país. Algo semejante puede ser dicho cuando una figura, acontecimiento u obra merece la atención y destaque que concede la Biblioteca Nacional de un país.
     
  • La efectividad de las actividades de promoción de lectura que se realizan en una biblioteca se mide en relación directa con la rotación de los fondos de la institución. Las actividades que merecen ser calificadas como buenas redundan en el aumento de la cantidad de usuarios que pide el o los libros para consultarlos en las salas de lectura o para llevarlos en préstamo a sus casas.
  • El promotor de lecturas entiende el acto de lectura como una aproximación al inmenso mundo de la cultura general universal y viceversa: una conferencia sobre matemáticas puede llevar a la lectura de la biografía de un gran científico; el disfrute de una biografía, hacia un volumen dedicado a la historia del período donde el matemático vivió. O la lectura de un volumen de historia, a los discursos de un líder y el discurso del líder, al estado de la ciencia en la época.
     
  • No es solo que un conocimiento nos puede conducir a otro, sino que todo conocimiento es, como tal, una suma o punto de confluencia de conocimientos anteriores al mismo tiempo que la oportunidad de múltiples aperturas en dirección al conocimiento futuro. En este sentido, la biblioteca es el lugar de las interrelaciones por excelencia; por eso, consultar un catálogo es como hacer un viaje interminable por toda la cultura universal.

  • La biblioteca nos enseña que el conocimiento crece, que los productos de la investigación, el pensamiento, el desarrollo científico-técnico y el deseo humano de belleza crecen a nuestro alrededor. Según esto, no hay medida ni límite exacto para definir que una persona puede ser llamada “culta”, sino que más bien cada día tenemos que aprender y volver a estudiar la realidad.
     
  • Una biblioteca es un organismo vivo que existe dentro de una sociedad e intercambia con ella; un organismo situado en un espacio preciso, que respira el aire del lugar donde se encuentra y en un tiempo determinado. Por eso, para la biblioteca es tan importante lo que sucede dentro de ella como lo que ocurre en su entorno cercano, en el país, la región, el continente y, finalmente, el mundo.
     
  •  La biblioteca es mucho más que un almacén de libros. La biblioteca debe proyectarse hacia las personas, recibir a los usuarios que la visitan y satisfacerlos; pero además tiene que salir a la calle, hacia quienes no la visitan y puede que hasta la subestimen o les parezca demasiado imponente, encantarlos, enamorarlos, atraerlos; de ahí que tenga tanto valor el trabajo de extensión bibliotecaria.
     
  • Junto con los cambios que tienen lugar en cada época, y que afectan las maneras de leer, también están obligadas a cambiar las bibliotecas y a encontrar nuevos modos de acercar y ganar lectores; pero para eso los bibliotecarios tienen que leer y conocer en profundidad tanto los fondos que posee la institución como los intereses de los lectores o usuarios potenciales.
     
  • En una situación de crisis y en el país que sea, los últimos lugares que cierran son los hospitales, las escuelas y las bibliotecas. En las escuelas estudian aquellos a los que tocará construir el país futuro, en los hospitales se cura a los enfermos y en las bibliotecas están los libros para investigar y estudiar cómo enseñar mejor y cómo curar las enfermedades. La biblioteca nunca cierra; está allí para que las preguntas más complejas puedan ser contestadas.
Esto que he identificado como “lecciones” no son citas textuales, sino muy concentrados resúmenes que abarcan largas conversaciones acerca de la profesión del bibliotecario y del promotor cultural. Gocé del privilegio de tener el plan de trabajo más envidiable que cualquiera pueda soñar: leer, pensar y organizar las actividades que me pareciera que podían contribuir a desarrollar la profesión bibliotecaria en el país. Me complace recordar que, como promotor de lecturas, organicé conferencias sobre ciencia, lecturas de poetas, recitales de música, exposiciones de artes plásticas, encuentros sobre la profesión, coloquios sobre grandes escritores, cursos para promotores jóvenes e incluso escribí, y fue publicado por la Biblioteca Nacional, un pequeño libro sobre promoción de la lectura.

La biblioteca sigue siendo mi espacio mágico favorito. Ojalá todo aquello que aprendí, inspire a otros.

Post-data.
Rastreando en Internet he encontrado un pequeño documento que contiene datos sobre la Biblioteca Nacional de Leningrado, institución cultural extraordinaria de esta ciudad que vivió 900 días de bloqueo por las tropas nazis. Titulado The Years of the Greatg Patriotic War (1941-1945) (http://nlr.ru/eng/nlr/history/), es parte de un artículo escrito para servir de introducción a un sitio web dedicado a la biblioteca en cuestión donde se explica que los libros más valiosos fueron evacuados y que varias de las salas fueron movidas hacia los pisos bajos de la edificación para protegerlas de los bombardeos. Las estadísticas, por su parte, muestran que durante los casi tres años de bloqueo hicieron uso de los libros de la biblioteca 9 229 lectores (unos 10 diarios), cifra que suma 42 597 para toda la guerra. Un dato especialmente interesante es el que indica que en el invierno de 1941-1942 fueron prestados a hospitales y unidades militares más de 10, 0000 libros.

Elena Phillipovna Egorenko, directora de la institución por entonces, narró la siguiente historia extraordinaria: cuando la electricidad se vio afectada, se alumbraron con lámparas; cuando no hubo combustible para las lámparas, se alumbraron con velas; cuando desapareció el abastecimiento de velas, un libro del siglo XVI les enseñó cómo hacerlas; cuando incluso los materiales para esto dejaron de existir, “tuvimos que retroceder al siglo X y solamente en esos tiempos encontramos una fórmula para hacer velas con los materiales que sí podíamos encontrar”. (Smith: 1948, p. 45)
Hemos llegado a la poesía.

Bibliografía:

Smith, Jessica: People come first. New York: International Publishers, 1948, p.45.

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