Hours later I continue immersed in the kind of atmosphere emanated from Bettina Love’s presentation at Hip Hop Archives at Hutchins Center, Harvard University. She is a fellow of the W. E. Dubois Institute, is currently teaching at the University of Georgia and her talk was entitled "Get Free: Hip Hop Civics Education”.
The connection between the access to freedom and the concept of “civic education” only reveals the core of the presentation, maybe the central tension around which the ideas flowed, but Love’s talk was largely much than this. Like a rapper herself she walked in front of microphone, waved the body, moved the hands, used the period of breathing and marks of accent to exhibited a sort of rhythm. She offered an academic presentation with flow.
What I’m describing is the way in which some who teach hip-hop showed how to teach, at the same time that she was delivering an academic presentation: she changed the rules and was erudite, funny, authentic and opened to our eyes a new field of questions and possibilities.
Is hard to resume not only the talk, but the different ways envisioned into Love’s research and project, or through the questions made by the attendance. First than anything else, because in the background of the words we should assume the harsh realities of the crisis of education as a world problem. Second, because the crisis should be installed in the territory of American nation and their history. Third, because to speak in the country about lack of attention, violence in the schools, acute necessity of teachers, low budgets and other disgraces, is to speak about black communities: just the locations that nurtured the rebel voice of hip-hop.
In the hands of Love the hip-hop is a tool to discover the past, to recover self-esteem, a tool for the understanding of the present, a door to the self knowledge and for the establish of links between people in their desire of alternatives futures of solidarity, pride, understanding, prosperity and joy.
Hip-hop is an spiritual guide into which is preserved the whole experience of the deprived, it is the most inconceivable depository or archive, full of histories of the past and our current fights also, even containing our dancing practices or our style of walk along the streets, and our form of express happiness when we meet an old friend.
In the work of Love’s the use of hip-hop in the classroom as part of one process who involved a fascinating pedagogical challenge: to apply during the teaching-learning process a group of different elements intimate tied to the practice of hip-hop (for example, the physical ability to produce coordinate movements or the verbal-cognitive to produce improvised lyrics).
Like the majority of all the very good ideas, its basic principle is simple and productive. Is not the same when we see a break-dance competition and we stand surprised, trying to understand how the dancers could develop movements that looks against all laws of Physics? Could we use these movements, energy and joy into the classroom to teach science, for example? If we want to go even further, there is a new and definitive question: Could we teach, in a formal classroom environment, that all this grace and wonders of the body are only possible, and express their final meaning, when we understand it as a moment of transcendence?
This move, from the pure joy to the trascendental, is the assumption of responsibility for our actions and, by the way, our history. That is, in all its different possibilities, what hip-hop proposes. From this angle, speaking of long time deprived communities and offering now a tool to improve teaching and life, Love claimed for an extended reform of society and spoke about the new black intellectuals linked to hip-hop.
We need more projects like this.
V.
"No hay enigma. Si se puede plantear una cuestión, también se puede responder.” Ludwig Wittgettstein
jueves, 28 de abril de 2016
Las 1, 001 noches de Desiderio...
Suceden tantas cosas y hay tanto interesante -lo cual no implica que me atraiga ni que desee elogiarlo- que no hay manera de que el tiempo alcance. En ocasiones es un acontecimiento gigante, de esos que empujan con su significación a centenares de miles o a millones; en otras, son episodios diminutos, extraviados dentro de la vertiginosa dinámica de un país o una época. Quisiera extenderlos, compararlos, encontrar los enlaces posibles que los conectan o las desconexiones, mirar la realidad como un mapa dinámico de actores dinámicos, atravesado de fuerzas que se encuentran, chocan, colaboran, se anulan, o se suman para entonces ingresar a un orden superior.
La desgracia parece, o tal vez es, más urgente que el simple gesto de contento y se atropellan días sin expresar alegría y gratitud por el extraordinario trabajo de ese más que promotor cultural que es Desiderio Navarro, director, cabeza, guía y ejecutor de ese proyecto magno que es el Centro Teórico-Cultural Criterios.
Desiderio se ha echado en hombros la tarea titánica de filtrar cultura contemporánea (desde los más de 20 idiomas que maneja) y de refractar esto en traducciones, en la conformación de la revista “Criterios”, en la colección de libros a la cual el Centro brinda sello, en la organización de conferencias con invitados internacionales de absoluto lujo y en ese hermoso gesto altruista que es la puesta en circulación anual, durante los últimos cinco años, de 1, 001 textos teóricos a lo largo de unas horas de fiesta que él ha denominado: «Los mil y un textos en una noche».
Esa inmensa cantidad de documentación, útil para la enseñanza y, en general, el conocimiento, y que abarca todas las artes, culturología y filosofía, conforma los fondos electrónicos de la Biblioteca Salvador Redonet Cook del Centro Teórico-Cultural Criterios.
¡Qué hombre este, renacentista y enciclopédico, que puede él solo cargar el peso de crear toda una biblioteca entera para ayudar y brindar servicio a las ciencias sociales del país!
La desgracia parece, o tal vez es, más urgente que el simple gesto de contento y se atropellan días sin expresar alegría y gratitud por el extraordinario trabajo de ese más que promotor cultural que es Desiderio Navarro, director, cabeza, guía y ejecutor de ese proyecto magno que es el Centro Teórico-Cultural Criterios.
Desiderio se ha echado en hombros la tarea titánica de filtrar cultura contemporánea (desde los más de 20 idiomas que maneja) y de refractar esto en traducciones, en la conformación de la revista “Criterios”, en la colección de libros a la cual el Centro brinda sello, en la organización de conferencias con invitados internacionales de absoluto lujo y en ese hermoso gesto altruista que es la puesta en circulación anual, durante los últimos cinco años, de 1, 001 textos teóricos a lo largo de unas horas de fiesta que él ha denominado: «Los mil y un textos en una noche».
Esa inmensa cantidad de documentación, útil para la enseñanza y, en general, el conocimiento, y que abarca todas las artes, culturología y filosofía, conforma los fondos electrónicos de la Biblioteca Salvador Redonet Cook del Centro Teórico-Cultural Criterios.
¡Qué hombre este, renacentista y enciclopédico, que puede él solo cargar el peso de crear toda una biblioteca entera para ayudar y brindar servicio a las ciencias sociales del país!
miércoles, 27 de abril de 2016
"La tarea de liberar las palabras" (pensando en Marcuse)
Llevo días pensando en unos fragmentos de Marcuse que me impactan
desde que los leí por primera vez, del capítulo titulado “¿Un
fundamento biológico para el socialismo?” en “Un ensayo sobre la
liberación”, libro que hoy -con sus ya casi cuarenta años- me
hace pensar en los cambios de realidad, o del mundo, a propósito de
lo que percibíamos, creíamos o entendíamos en aquellos tiempos de
cruda “guerra fría” y en relación a las maneras que hoy tenemos
de manejar nuestro presente.
¿Qué significa ahora un llamado como el siguiente: “el análisis
crítico de esta sociedad solicita nuevas categorías: morales,
políticas, estéticas.”?
De las varias preguntas que pueden ser hechas a partir de aquí,
extraigo unas pocas: ¿es necesario algún tipo de “análisis
crítico” de la sociedad? ¿por qué y para quién? ¿qué es un
“análisis crítico”? ¿después de que, a la altura de los 60’s
del siglo pasado, Marcuse se sintiese necesitado de “nuevas
categorías: morales, políticas, estéticas” para la tarea de
realizar el “análisis crítico” de la sociedad, volvemos acaso a
estar en el mismo punto? ¿qué cambió y qué no cambió?
La hábil operación de Marcuse fue -tomando como premisa la idea del
capitalismo, en su etapa post-industrial, como reino del desborde de
la mercancía y del derroche- desplazar la atención (mediante el
despliegue de una suerte de “estructura de sentimientos”) hacia
la manera en la que el consumidor experimenta esa abrumadora
presencia de una mercancía “sentida” desde la óptica de su
enormidad y cantidad; dicho de otro modo, extendiendo la noción de
alienación (que en Marx está sobre todo situada en el momento de la
producción) hacia el interior mismo de la acción de consumo.
Con semejante apoyo teórico el filósofo podía escribir hermosos
párrafos como este, donde resuena el eco de grandes ideólogos de la
transformación moral en épocas distintas:
“La categoría de la obscenidad nos servirá como introducción.
Esta sociedad es obscena en cuanto produce y expone indecentemente
una sofocante abundancia de bienes mientras priva a sus víctimas en
el extranjero de las necesidades de la vida; obscena al hartarse a sí
misma y a sus basureros mientras envenena y quema las escasas
materias alimenticias en los escenarios de su agresión; obscena en
las palabras y sonrisas de sus políticos y sus bufones; en sus
oraciones, en su ignorancia, y en la sabiduría de sus intelectuales
a sueldo.”
La obscenidad es, entonces, todo el extraordinario entramado
simbólico que el poder real necesita para enmascarar el hecho de
que, más allá del placer durante el acto de consumo (ya sea el
momento efectivo o su rememoración después), la mercancía es tanto
un vehículo, como un soldado, un espejo o una suerte de maqueta en
la que podemos “leer” la destrucción.
¡Elegante espadachín!
Y bella la proposición o salida del punto dentro del cual nos ha
colocado:
“La terapia lingüística -esto es, la tarea de liberar las
palabras (y por tanto los conceptos) de la total distorsión de sus
significaciones, operada por el orden establecido- exige el
desplazamiento de los criterios morales (y de su validación),
llevándolos desde el orden establecido hasta la revuelta contra él.”
Si de des-contaminar lenguajes de poder se trata, entonces es tarea
que trasciende geografía y momento.
v.
lunes, 25 de abril de 2016
Un sábado especial
mayo 19 de 2008
Estuve entre los miles de personas que, a lo largo del sábado, pasaron por el Pabellón Cuba habanero para enterarse o ser parte de la actividad central por el Día Mundial de Lucha contra la Homofobia. Fue una gran fiesta en la que hubo conferencias, encuentros con activistas de la lucha contra el SIDA, lanzamiento de publicaciones, lectura de poemas, una función de teatro espontáneo, música, mucho encuentro social y más. En un cine cercano (como parte de toda una semana dedicada al homoerotismo) se había proyectado una película a la que sucedió un debate con el público, conducido por el crítico de cine Frank Padrón. En la Fundación Ludwig, hoy lunes, va a ser inaugurada en horas de la tarde una exposición de los artistas Raúl Martínez y Rocío García. En un teatro habanero se ofreció un espectáculo de danza, igualmente dentro de la jornada. La televisión nacional exhibió (sin cortes) Brokeback Mountain de Ang Lee y también hoy, lunes, habrá un programa de debate (Diálogo abierto) sobre el tratamiento a los homosexuales en la sociedad cubana. En la noche del sábado, como punto más alto, se celebró un espectáculo de trasvestis que tuvo gran asistencia de público y del cual son más que elogiosas las opiniones.
Permanecí varias horas en el Pabellón. La gente entraba y salía continuamente; en la calle, desde la cual se veía una enorme bandera con los colores del arcoíris, la vida seguía su curso y no había policías u otra señal de paranoia o control. A la entrada, jóvenes activistas repartían folletos, afiches y condones. Adentro, durante la actuación del grupo Teatro Espontáneo, bajo la dirección de Carlos Borbón, se creó tal dinámica que gente muy joven habló públicamente de su homosexualidad, de familias que los aceptan o rechazan, del orgullo por la identidad que reivindican. En el momento que la coherencia fue rota, por una joven que se confesó heterosexual, hubo primero un pequeño abucheo cariñoso, pero cuando la joven explicó que su presencia allí era apoyo, estalló una salva de aplausos. No sé la cantidad, pero tal vez unas 300 personas en ese preciso lugar de la instalación y momento. Habrá mejores plumas para describirlo y sólo confieso que me encantó la atmósfera.
Hablé con varios de las organizadores y ya estaban, allí mismo, haciendo planes para la celebración del año próximo. De las cosas que más disfruté, la asistencia masiva de jóvenes (no pocos heterosexuales, muchos con sus parejas, pero que habían venido a dar su apoyo), la creatividad de los travestis, la alegría que todo el tiempo reinó. De las cosas que no entendí, la aislada presencia de intelectuales en una ocasión que merecía que estuvieran y se les notara. No sé si a alguien se le ha ocurrido hacer un reportaje integrador de lo sucedido en esta jornada, que agregue a lo ya mencionado noticias de lo sucedido fuera de la capital cubana, pues igualmente hubo celebración (hasta donde conozco) en Villa Clara, Sancti Spíritus, Ciego de Ávila, Santiago de Cuba y Provincia Habana; de manera que es posible soñar con que el año próximo tengamos una verdadera jornada de celebración nacional.
En lo personal, sentí como un honor el que me invitaran a leer como parte de un grupo de escritores formado por Nancy Morejón, Antón Arrufat, Norge Espinosa, Laidi Fernández y Nancy Alonso. Estos son los dos poemas que leí:
PATRICK STREET
A veces los matan en escaleras, detrás de automóviles, en
matorrales o cualquier construcción en ruinas; un pequeño
error y entonces la sangre sale a bailar con lascivia, que es
como lo disfruta. Pero, ahora, son los muchachos del café en
Toronto quienes bailan e imitan a sus cantantes favoritas, se
multiplican en la alegría de poder ser y ninguna otra lógica
los protege. Han venido a esta covacha que es una huída del
mundo, con trajes que debieron de haber estado preparando
durante meses, para brillar en el fulgor de unos pocos minutos
en el escenario. Son reinas entonces, hechas para el estallido
de aplausos y el tipo de camaradería que sólo van a tener aquí,
donde ahora las bocas son besadas. En cuanto vuelvan a la calle,
pueden ser cortadas, pateadas o asesinadas; a veces por robarles
y otras sólo por diversión o rabia. Por eso me asombró el que a
las dos de la madrugada salió con labios pintados de blanco,
peluca hecha con tiras de plástico y un leotal oscuro apretado
al cuerpo. Y recordé la Habana en donde igual estarían sintiendo
el hilo de música de los setenta; pero no sé, creo que más tristes.
matorrales o cualquier construcción en ruinas; un pequeño
error y entonces la sangre sale a bailar con lascivia, que es
como lo disfruta. Pero, ahora, son los muchachos del café en
Toronto quienes bailan e imitan a sus cantantes favoritas, se
multiplican en la alegría de poder ser y ninguna otra lógica
los protege. Han venido a esta covacha que es una huída del
mundo, con trajes que debieron de haber estado preparando
durante meses, para brillar en el fulgor de unos pocos minutos
en el escenario. Son reinas entonces, hechas para el estallido
de aplausos y el tipo de camaradería que sólo van a tener aquí,
donde ahora las bocas son besadas. En cuanto vuelvan a la calle,
pueden ser cortadas, pateadas o asesinadas; a veces por robarles
y otras sólo por diversión o rabia. Por eso me asombró el que a
las dos de la madrugada salió con labios pintados de blanco,
peluca hecha con tiras de plástico y un leotal oscuro apretado
al cuerpo. Y recordé la Habana en donde igual estarían sintiendo
el hilo de música de los setenta; pero no sé, creo que más tristes.
FUEGOS DE ARTIFICIO
para Kenneth Anger
Todavía las bocas y las manos son de inocencia,
ahora que terminaron los juegos
y se exploran en la escalera semioscura.
No se me esconde el sudor,
como metáfora del deseo,
y también que no podrían explicar cómo
llegaron aquí;
sólo el flujo entre los cuerpos y la sensación
de que es eso lo que hay que hacer.
Entonces los sorprenden.
ahora que terminaron los juegos
y se exploran en la escalera semioscura.
No se me esconde el sudor,
como metáfora del deseo,
y también que no podrían explicar cómo
llegaron aquí;
sólo el flujo entre los cuerpos y la sensación
de que es eso lo que hay que hacer.
Entonces los sorprenden.
II
En fuegos de artificio la historia es narrada mediante
el agua: un jardín lleno de fuentes, el agua cayendo
de la boca de las estatuas y una figura, suponemos
que de mujer, enmascarada.
el agua: un jardín lleno de fuentes, el agua cayendo
de la boca de las estatuas y una figura, suponemos
que de mujer, enmascarada.
Visto de cerca, demasiado cerca, el líquido amenaza,
pero también es la delicadeza; cómo mismo, en suma
de años, se terminará descubriendo que ocurre con el
placer.
pero también es la delicadeza; cómo mismo, en suma
de años, se terminará descubriendo que ocurre con el
placer.
La sucesión de figuras parece escupir, condenar, y la
enmascarada huye.
enmascarada huye.
III
Robaron la delicadeza: el griterío cuando no había
más meta que el conocimiento, la coloración de una
culpa en lo adelante arrastrada.
más meta que el conocimiento, la coloración de una
culpa en lo adelante arrastrada.
Con esa energía, como en un drenaje, los cuerpos
tomaron su camino.
No coincidió y ni siquiera se reconocerían,
no sabe si la interrupción es muerte,
pero todavía está allí y se sorprende en la escena
rota, preguntando
-como quien olvida el número de teléfono
del primer amante-
qué pudo ser.
tomaron su camino.
No coincidió y ni siquiera se reconocerían,
no sabe si la interrupción es muerte,
pero todavía está allí y se sorprende en la escena
rota, preguntando
-como quien olvida el número de teléfono
del primer amante-
qué pudo ser.
v.
Cuba y Arte Porno: Los caminos futuros...
junio 2, 2008
Si se reduce la condición humana a unos pocos indicadores mínimos, tal vez sea exacto decir que somos cuerpos que sienten, piensan y hablan; en el polo opuesto, beben-comen, se reproducen, duermen y callan. No se trata de un simple rejuego entre conceptos, sino de concordar en que habrá siempre un número básico de escenarios a cuyo propósito tenemos todos experiencia y opinión: el de lo pornográfico uno de ellos.
Organizada por la artista y curadora Sandra Ceballos, en el espacio expositivo denominado Aglutinador y que ella mantiene en su casa desde hace años, tuvo lugar la inauguración de We are porno, sí. Primera Exposición Anual Internacional de Arte Pornográfico en la Habana. A nivel del país, luego de más de una década de exhibiciones de arte plástico y concursos o publicación de obras literarias que tienen como tema el erotismo, esta propuesta de ahora no puede sino ser analizada como una voluntad de radicalización. A pesar de ocurrir en una incómoda noche lluviosa, la afluencia de un público integrado en su mayoría por jóvenes fue masiva. En el contexto de Cuba, donde cualquier trabajo con límites de inmediato adquiere dimensiones extra-artísticas, el hecho envuelve un gesto que merece elogio al tiempo que despierta no pocas preguntas.
Que una exposición con semejante intención sólo haya podido ser organizada en un espacio privado, ilustra a la perfección las dificultades y cautelas con las que diariamente opera el sistema institucional cubano. Sandra, ella misma una sobreviviente de las prácticas artísticas de los ochenta cubanos, una época en la cual entró al país y se transformó en rápida fiebre la idea del artista como curador e interventor social, desplazó el concepto al erigir la casa propia en improvisada galería. Una galería que opone, a la perfección aséptica propia del salón para exposiciones, un espacio en donde se torna arduo “ver” y las interacciones personales (el “estar en el lugar exacto a la hora exacta”) terminan por dar el toque último que la obra necesita para alcanzar su plenitud como tal.
II
Aunque la sensación de camaradería, el ser testigo-partícipe de un circuito alternativo, la masividad de la asistencia (lo son, en las condiciones referidas, las más de 100 persona que hubo) e incluso el estado del tiempo reinante carezcan de significación artístico, sí es correcto afirmar que nos dibujan los contornos de un verdadero hecho social y es que pocas exposiciones fueron tan esperadas como ésta, tan necesaria y visiblemente faltante; una suerte de demanda que brota del agujero mismo de la falta, un agujero que resta coherencia al universo de las artes en un determinado país y lugar y es la inscripción que señala la zona a partir de la cual termina lo posible.
Partiendo de considerar ´´pornografía´´ una gama que va desde la alusión a los órganos sexuales hasta su presentación en pantalla o como elemento principal en al área de un cuadro, los artistas reunidos se propusieron usar para algo más estas “realizaciones” del deseo. Puesto que hay que asumir la combinación implícita en la propuesta global (PORNOGRAFÍA + ARTE) es justo aquí donde se revelan las sorpresas esenciales: el predominio de elementos lúdicos por sobre los dramáticos; la escasez de un plus que pida ir más allá de las imágenes y abra el diálogo hacia lecturas del dolor, la decrepitud, la muerte; el dominio de imaginarios heterosexuales; el tímido uso de la parodia y la ausencia de violencia, desesperación o escatología. En este sentido, la suma del material expuesto es más lúdica y celebratoria que exploratoria y perversa. Claro que esta opinión, si bien apunta a hechos verificables al contemplar la suma de obras exhibidas, carece de sentido si además no es contrastada con las dificultades del curador para conformar la muestra, algo a lo que Sandra (refiriéndose a la pobre participación femenina) hace alusión en una de las preguntas que aparecen en el catálogo.
III
La decisión de dar nombre a la exhibición mediante una estrategia de travestismo lingüístico que combina un auto-reconocimiento de identidad en idioma inglés (we are, lo cual instala como trasfondo el aparato de la más grande industria pornográfica del mundo) y una suerte de énfasis duplicador con la partícula afirmativa en español (sí) desvía el mensaje hacia la tradición cubana, la hipocresía social y, no en último grado, el aparato de la institucionalidad nacional. La reunión de obras de autores consagrados de varias generaciones (Servando Cabrera, Rafael Zarza, Chago Armada, Rocío García, Tomás Esson, René Peña, Elio Rodríguez, etc.) junto con otros muy jóvenes establece una línea de continuidad que, en las condiciones cubanas, equivale a una declaración orgullosa de supervivencia del deseo: los cuadros fueron pintados, los coleccionistas los mantuvieron y su capacidad de imantación se mantiene intacta ahora que se les puede ver. No es sólo que obras de semejante contenido desde siempre existieron (un cuadro de Servando Cabrera está fechado en 1964 y los trabajos en pequeño formato de Zarza son de 1970), sino que los jóvenes del presente amplifican dicha herencia cuando apelan al video y las nuevas tecnologías informáticas y dan muestras de una irreverencia poco menos que anarquista. En este sentido, la exposición corre el límite de lo posible más allá de la reflexión sobre el cuerpo o el erotismo (con la que hoy identificamos a artistas como Eduardo Hernández, Rocío García, René Peña y Elio Rodríguez) y nos convoca a un nuevo nivel. Ha sido inaugurado un campo.
IV
Desde tal punto, habría que entender como una convocatoria a la apertura, el hecho de que la habitual “voz autorizada”, propia de los catálogos, haya sido sustituída por una serie de preguntas hechas a cuatro críticos y curadores (tres de ellos mujeres, tres de ellos hoy día residentes fuera del país) más una joven estudiante de Historia del Arte en la Universidad de la Habana. Semejante fragmentación del lugar reservado a la autoridad, en este caso del intérprete de arte, democratiza la supuesta voz central y hace pensar que allí pudieron haber estado otros nombres, pues dentro de lo pornográfico “trabajamos” todos; a fin de cuentas, ninguno de los críticos convocados se reconoce o presenta a sí mismo como experto en el arte pornográfico, a no ser que consideremos como tal las cuatro citas de la artista futurista Valentine de Saint-Point repartidas a lo largo del catálogo y que numéricamente son casi tantas como la cantidad de críticos que en el proyecto participan.
La elección de este personaje por parte del curador tiene toda la intención de dar vida a una quinta voz, pero esta vez proveniente del pasado y con la aureola de lo mítico. Saint-Point ha cobrado importancia en años recientes no sólo por su condición de mujer, en un grupo donde la mayoría inmensa de los integrantes eran hombres, sino por haber confrontado a nivel textual la misoginia de Filippo Tomasso Marinetti, el fundador y figura mayor del movimiento. El 20 de febrero de 1909, en el diario parisino Le Figaro fue hecho público el Manifiesto futurista cuyos puntos 8 y 9 eran los siguientes:
Queremos glorificar la guerra – única higiene del mundo-, el militarismo, el patriotismo, el gesto destructor de los anarquistas, las bellas ideas para las cuales se muere y el desprecio de la mujer.
Queremos destruir los museos, las bibliotecas, las academias variadas y combatir el moralismo, el feminismo y todas las demás cobardías oportunistas y utilitarias.
En respuesta a la ideología patriarcal que tales postulados implican, y el 20 marzo de 1912, Valentine de Saint-Point publica el Manifesto della donna futurista y al siguiente año el Manifiesto futurista de la lujuria; es de aquí que fueron tomadas las citas del catálogo, que ahora vale la pena reproducir:
El arte y la guerra son las grandes manifestaciones de la sensualidad: de ellas florece la lujuria.
Es preciso ser conscientes ante la lujuria. Es preciso hacer de la lujuria lo que un ser inteligente y refinado hace de sí mismo y de su propia vida. Es preciso hacer de la lujuria una forma de arte.
La lujuria estimula las energías y desencadena la fuerza.
¡Destruyamos las siniestras baratijas románticas, las margaritas deshojadas, los dúos bajo la luna, los falsos pudores hipócritas!
La distribución de las citas de Saint-Point a lo largo de todo el breve catálogo señala que es ella quien atraviesa sobre las dispersiones y las unifica por encima de matices o diferencias; de este modo, el conjunto invita a que nos unamos a la nueva militancia.
Esto hace desear la posibilidad de segunda vuelta que el título de la exposición promete para el año venidero; una muestra que no sólo integre nuevos soportes y formatos (por ejemplo, la caricatura o la animación), sino que enrumbe por caminos nuevos, convulsione las certezas que tenemos y proponga una realidad con otros límites.
v.
A manera de postdata
No quiero terminar sin hacer dos cosas, la primera de ellas destacar mis favoritos de la exposición. Rafael Zarza, cuya calidad técnica en el dibujo es impecable y que, además, presenta un mundo de imágenes sumamente personal. Sus toros copulantes insuflan una violencia que inquiieta al tema de la sexualidad humano-animal, de larga tradición en la historia de las artes plásticas. Uno no puede dejar de pensar en la energía de toros picassianos, deformados con expresividad expresionista, al tiempo que en las reses colgadas en ganchos de carnicería que pintó Bacon; como si ese deseo masculino que llena las imágenes comunicara también una sexualidad feroz que ronda con la muerte. Una sesión de ensayo del grupo de rock alternativo Porno para Ricardo es el disparador de una caótico-lúdica sesión de desnudismo colectivo (fotografiada por Leandro Bonachea y Claudio Fuentes), en la cual participan los músicos y varias mujeres, tal vez sus compañeras; dos pantallas muestran en sucesión decenas de fotos y como fondo escuchamos la música del grupo, famoso por la irreverencia de las letras y su espectacularidad en los conciertos. Rocío García participa con dos cuadros marcados por una atmósfera de misterio y poética violencia; su mundo transcurre en el espacio privado, en la galantería de una sexualidad refinada (por el aparato de conquista) al tiempo que dura. Sandra Ceballos, cuya obra hay que leer en contrapunto con las citas de Saint-Point, despliega una cama cubierta de grandes plátanos (llamados plátanos machos en Cuba) y, en un mismo movimiento, se burla tanto de la ideología patriarcal como del mito de la mujer que sufre en soledad, tal vez la lejanía del varón: su obra se titula El más rico de todos los machos. Rubén Cruces presentó una instalación en la cual, con ánimos de contraste, con el background de una melosa pieza de Ravel y encima de un cuadro abstracto es proyectada una película pornográfica; sólo que la película ha sido contrastada hasta que las figuras ya no son más que un juego de luz y sombras, abstractas ellas mismas. El efecto de extrañamiento que tal construcción provoca (al enlazar para lo abstracto el arte plástico, el cuerpo y el cine), constituye un atractivo procedimiento que el artista pudiera desarrollar en el futuro.
Lo segundo es un breve comentario a una de las respuestas de Suset Sánchez en el catálogo y que es que no se debe de olvidar que (ya desde El sistema de los objetos se veía venir esta obsesión) la idea baudrillardiana que conecta espectáculo hiperreal y pornografía fue pensada para criticar la el hiper-consumo y la obscenidad de lo político en la sociedad liberal. Junto con ello, recordar que al crítico le es poco menos que imposible dejar de ser (aparecer como) algún tipo de experto y que la valoración existe dentro de una cadena de valoraciones en el mundo. De tal modo, aunque se haga con un poco de cinismo, es perturbador que el crítico cargue sobre sus hombros, acepte, la decisión de si un grupo humano (en este caso, los cubanos) deben o no acceder (disfrutar) de la pornografía. La respuesta negativa, con el argumento de que la tienen a diario en su cotidianeidad como opción única, descalifica la propia exposición en la cual se participa. Sin embargo, esto no es tan confundidor como la segunda justificación de la negativa: mejor que conserven la pornografía como deseo, como imagen imposible, ya que, de todos modos, si accedieran a ella se decepcionarían. No es una maldición, pero sí una condicionante del diálogo, que la locación desde la cual se enuncia carga las palabras y frases semejantes, con unos pocos retoques, igual pueden ser dichas para comunidades indígenas en Bolivia o México, para negros de Haití, campesinos birmanos o mendigos callejeros de Calcuta.
Ni devorar al Otro a nombre de una supuesta modernidad que todos debemos de asumir, ni transformarlo en un nuevo tipo de salvaje rousseaniano, esta vez destinado al tantalismo. En lugar de ello, tal vez lo justo sea imaginar la pornografía de cualquier contexto (política y corporal) y tratar de entender, desde el adentro, las batallas más o menos extendidas que se dan para la redefinición de límites. Por ello, una gran felicitación para los organizadores y artistas que hicieron posible We are porno, sí.
Aseguran que esto va ser anual: ¡nos vemos en la próxima!
Organizada por la artista y curadora Sandra Ceballos, en el espacio expositivo denominado Aglutinador y que ella mantiene en su casa desde hace años, tuvo lugar la inauguración de We are porno, sí. Primera Exposición Anual Internacional de Arte Pornográfico en la Habana. A nivel del país, luego de más de una década de exhibiciones de arte plástico y concursos o publicación de obras literarias que tienen como tema el erotismo, esta propuesta de ahora no puede sino ser analizada como una voluntad de radicalización. A pesar de ocurrir en una incómoda noche lluviosa, la afluencia de un público integrado en su mayoría por jóvenes fue masiva. En el contexto de Cuba, donde cualquier trabajo con límites de inmediato adquiere dimensiones extra-artísticas, el hecho envuelve un gesto que merece elogio al tiempo que despierta no pocas preguntas.
Que una exposición con semejante intención sólo haya podido ser organizada en un espacio privado, ilustra a la perfección las dificultades y cautelas con las que diariamente opera el sistema institucional cubano. Sandra, ella misma una sobreviviente de las prácticas artísticas de los ochenta cubanos, una época en la cual entró al país y se transformó en rápida fiebre la idea del artista como curador e interventor social, desplazó el concepto al erigir la casa propia en improvisada galería. Una galería que opone, a la perfección aséptica propia del salón para exposiciones, un espacio en donde se torna arduo “ver” y las interacciones personales (el “estar en el lugar exacto a la hora exacta”) terminan por dar el toque último que la obra necesita para alcanzar su plenitud como tal.
II
Aunque la sensación de camaradería, el ser testigo-partícipe de un circuito alternativo, la masividad de la asistencia (lo son, en las condiciones referidas, las más de 100 persona que hubo) e incluso el estado del tiempo reinante carezcan de significación artístico, sí es correcto afirmar que nos dibujan los contornos de un verdadero hecho social y es que pocas exposiciones fueron tan esperadas como ésta, tan necesaria y visiblemente faltante; una suerte de demanda que brota del agujero mismo de la falta, un agujero que resta coherencia al universo de las artes en un determinado país y lugar y es la inscripción que señala la zona a partir de la cual termina lo posible.
Partiendo de considerar ´´pornografía´´ una gama que va desde la alusión a los órganos sexuales hasta su presentación en pantalla o como elemento principal en al área de un cuadro, los artistas reunidos se propusieron usar para algo más estas “realizaciones” del deseo. Puesto que hay que asumir la combinación implícita en la propuesta global (PORNOGRAFÍA + ARTE) es justo aquí donde se revelan las sorpresas esenciales: el predominio de elementos lúdicos por sobre los dramáticos; la escasez de un plus que pida ir más allá de las imágenes y abra el diálogo hacia lecturas del dolor, la decrepitud, la muerte; el dominio de imaginarios heterosexuales; el tímido uso de la parodia y la ausencia de violencia, desesperación o escatología. En este sentido, la suma del material expuesto es más lúdica y celebratoria que exploratoria y perversa. Claro que esta opinión, si bien apunta a hechos verificables al contemplar la suma de obras exhibidas, carece de sentido si además no es contrastada con las dificultades del curador para conformar la muestra, algo a lo que Sandra (refiriéndose a la pobre participación femenina) hace alusión en una de las preguntas que aparecen en el catálogo.
III
La decisión de dar nombre a la exhibición mediante una estrategia de travestismo lingüístico que combina un auto-reconocimiento de identidad en idioma inglés (we are, lo cual instala como trasfondo el aparato de la más grande industria pornográfica del mundo) y una suerte de énfasis duplicador con la partícula afirmativa en español (sí) desvía el mensaje hacia la tradición cubana, la hipocresía social y, no en último grado, el aparato de la institucionalidad nacional. La reunión de obras de autores consagrados de varias generaciones (Servando Cabrera, Rafael Zarza, Chago Armada, Rocío García, Tomás Esson, René Peña, Elio Rodríguez, etc.) junto con otros muy jóvenes establece una línea de continuidad que, en las condiciones cubanas, equivale a una declaración orgullosa de supervivencia del deseo: los cuadros fueron pintados, los coleccionistas los mantuvieron y su capacidad de imantación se mantiene intacta ahora que se les puede ver. No es sólo que obras de semejante contenido desde siempre existieron (un cuadro de Servando Cabrera está fechado en 1964 y los trabajos en pequeño formato de Zarza son de 1970), sino que los jóvenes del presente amplifican dicha herencia cuando apelan al video y las nuevas tecnologías informáticas y dan muestras de una irreverencia poco menos que anarquista. En este sentido, la exposición corre el límite de lo posible más allá de la reflexión sobre el cuerpo o el erotismo (con la que hoy identificamos a artistas como Eduardo Hernández, Rocío García, René Peña y Elio Rodríguez) y nos convoca a un nuevo nivel. Ha sido inaugurado un campo.
IV
Desde tal punto, habría que entender como una convocatoria a la apertura, el hecho de que la habitual “voz autorizada”, propia de los catálogos, haya sido sustituída por una serie de preguntas hechas a cuatro críticos y curadores (tres de ellos mujeres, tres de ellos hoy día residentes fuera del país) más una joven estudiante de Historia del Arte en la Universidad de la Habana. Semejante fragmentación del lugar reservado a la autoridad, en este caso del intérprete de arte, democratiza la supuesta voz central y hace pensar que allí pudieron haber estado otros nombres, pues dentro de lo pornográfico “trabajamos” todos; a fin de cuentas, ninguno de los críticos convocados se reconoce o presenta a sí mismo como experto en el arte pornográfico, a no ser que consideremos como tal las cuatro citas de la artista futurista Valentine de Saint-Point repartidas a lo largo del catálogo y que numéricamente son casi tantas como la cantidad de críticos que en el proyecto participan.
La elección de este personaje por parte del curador tiene toda la intención de dar vida a una quinta voz, pero esta vez proveniente del pasado y con la aureola de lo mítico. Saint-Point ha cobrado importancia en años recientes no sólo por su condición de mujer, en un grupo donde la mayoría inmensa de los integrantes eran hombres, sino por haber confrontado a nivel textual la misoginia de Filippo Tomasso Marinetti, el fundador y figura mayor del movimiento. El 20 de febrero de 1909, en el diario parisino Le Figaro fue hecho público el Manifiesto futurista cuyos puntos 8 y 9 eran los siguientes:
Queremos glorificar la guerra – única higiene del mundo-, el militarismo, el patriotismo, el gesto destructor de los anarquistas, las bellas ideas para las cuales se muere y el desprecio de la mujer.
Queremos destruir los museos, las bibliotecas, las academias variadas y combatir el moralismo, el feminismo y todas las demás cobardías oportunistas y utilitarias.
En respuesta a la ideología patriarcal que tales postulados implican, y el 20 marzo de 1912, Valentine de Saint-Point publica el Manifesto della donna futurista y al siguiente año el Manifiesto futurista de la lujuria; es de aquí que fueron tomadas las citas del catálogo, que ahora vale la pena reproducir:
El arte y la guerra son las grandes manifestaciones de la sensualidad: de ellas florece la lujuria.
Es preciso ser conscientes ante la lujuria. Es preciso hacer de la lujuria lo que un ser inteligente y refinado hace de sí mismo y de su propia vida. Es preciso hacer de la lujuria una forma de arte.
La lujuria estimula las energías y desencadena la fuerza.
¡Destruyamos las siniestras baratijas románticas, las margaritas deshojadas, los dúos bajo la luna, los falsos pudores hipócritas!
La distribución de las citas de Saint-Point a lo largo de todo el breve catálogo señala que es ella quien atraviesa sobre las dispersiones y las unifica por encima de matices o diferencias; de este modo, el conjunto invita a que nos unamos a la nueva militancia.
Esto hace desear la posibilidad de segunda vuelta que el título de la exposición promete para el año venidero; una muestra que no sólo integre nuevos soportes y formatos (por ejemplo, la caricatura o la animación), sino que enrumbe por caminos nuevos, convulsione las certezas que tenemos y proponga una realidad con otros límites.
v.
A manera de postdata
No quiero terminar sin hacer dos cosas, la primera de ellas destacar mis favoritos de la exposición. Rafael Zarza, cuya calidad técnica en el dibujo es impecable y que, además, presenta un mundo de imágenes sumamente personal. Sus toros copulantes insuflan una violencia que inquiieta al tema de la sexualidad humano-animal, de larga tradición en la historia de las artes plásticas. Uno no puede dejar de pensar en la energía de toros picassianos, deformados con expresividad expresionista, al tiempo que en las reses colgadas en ganchos de carnicería que pintó Bacon; como si ese deseo masculino que llena las imágenes comunicara también una sexualidad feroz que ronda con la muerte. Una sesión de ensayo del grupo de rock alternativo Porno para Ricardo es el disparador de una caótico-lúdica sesión de desnudismo colectivo (fotografiada por Leandro Bonachea y Claudio Fuentes), en la cual participan los músicos y varias mujeres, tal vez sus compañeras; dos pantallas muestran en sucesión decenas de fotos y como fondo escuchamos la música del grupo, famoso por la irreverencia de las letras y su espectacularidad en los conciertos. Rocío García participa con dos cuadros marcados por una atmósfera de misterio y poética violencia; su mundo transcurre en el espacio privado, en la galantería de una sexualidad refinada (por el aparato de conquista) al tiempo que dura. Sandra Ceballos, cuya obra hay que leer en contrapunto con las citas de Saint-Point, despliega una cama cubierta de grandes plátanos (llamados plátanos machos en Cuba) y, en un mismo movimiento, se burla tanto de la ideología patriarcal como del mito de la mujer que sufre en soledad, tal vez la lejanía del varón: su obra se titula El más rico de todos los machos. Rubén Cruces presentó una instalación en la cual, con ánimos de contraste, con el background de una melosa pieza de Ravel y encima de un cuadro abstracto es proyectada una película pornográfica; sólo que la película ha sido contrastada hasta que las figuras ya no son más que un juego de luz y sombras, abstractas ellas mismas. El efecto de extrañamiento que tal construcción provoca (al enlazar para lo abstracto el arte plástico, el cuerpo y el cine), constituye un atractivo procedimiento que el artista pudiera desarrollar en el futuro.
Lo segundo es un breve comentario a una de las respuestas de Suset Sánchez en el catálogo y que es que no se debe de olvidar que (ya desde El sistema de los objetos se veía venir esta obsesión) la idea baudrillardiana que conecta espectáculo hiperreal y pornografía fue pensada para criticar la el hiper-consumo y la obscenidad de lo político en la sociedad liberal. Junto con ello, recordar que al crítico le es poco menos que imposible dejar de ser (aparecer como) algún tipo de experto y que la valoración existe dentro de una cadena de valoraciones en el mundo. De tal modo, aunque se haga con un poco de cinismo, es perturbador que el crítico cargue sobre sus hombros, acepte, la decisión de si un grupo humano (en este caso, los cubanos) deben o no acceder (disfrutar) de la pornografía. La respuesta negativa, con el argumento de que la tienen a diario en su cotidianeidad como opción única, descalifica la propia exposición en la cual se participa. Sin embargo, esto no es tan confundidor como la segunda justificación de la negativa: mejor que conserven la pornografía como deseo, como imagen imposible, ya que, de todos modos, si accedieran a ella se decepcionarían. No es una maldición, pero sí una condicionante del diálogo, que la locación desde la cual se enuncia carga las palabras y frases semejantes, con unos pocos retoques, igual pueden ser dichas para comunidades indígenas en Bolivia o México, para negros de Haití, campesinos birmanos o mendigos callejeros de Calcuta.
Ni devorar al Otro a nombre de una supuesta modernidad que todos debemos de asumir, ni transformarlo en un nuevo tipo de salvaje rousseaniano, esta vez destinado al tantalismo. En lugar de ello, tal vez lo justo sea imaginar la pornografía de cualquier contexto (política y corporal) y tratar de entender, desde el adentro, las batallas más o menos extendidas que se dan para la redefinición de límites. Por ello, una gran felicitación para los organizadores y artistas que hicieron posible We are porno, sí.
Aseguran que esto va ser anual: ¡nos vemos en la próxima!
domingo, 24 de abril de 2016
Acabado de suceder el milagro...
Ayer,
cuando -acabado de suceder el milagro- lo tenía todo tan claro debí
haberlo escrito al instante. Ahora, ya ocurrido, las ideas se
confunden y, como desde ángulos distintos, me embargan en mezcla una
extraña vergüenza y alegría, timidez y confianza.
Porque
de lejos analizas y ves que estás en ciudad y lengua otra; sin
amigos cercanos, sin familia. Los meses pasan y poco a poco vas
tejiendo lazos débiles: las dependientes del mercado cercano, los
otros del convenient store en el cual compras plátanos.
Es
así que, por este camino de roces, llega el momento en el que -más
allá del saludo cortés- intercambiamos algunas frases acerca del
estado del tiempo, sobre la felicidad de las estaciones ahora que el
invierno disminuye, hablamos de piercings y tatuajes, o hasta de
algunas de las noticias sorprendentes que los noticiarios del día
puedan tener.
Y,
de repente, de la nada, aparece una desconocida y me pregunta: "Are
you a poet?"
Me
ha reconocido por la fotografía del poster, no tengo idea dónde lo
vió, que anunciaba la lectura que hice a mediados de semana; pide
disculpas por no haber podido asistir, pregunta por la próxima,
anota la fecha y asegura que esta vez sí que estará. No es una
intelectual sino alguien a quien, simplemente, le gusta escuchar y
leer poesía. Nació aquí, en Cambridge, y aquí vive. Hemos
conversado en inglés.
Recordé
la maravilla del momento en el que, en la novela "Paradiso",
el espectacular Oppiano Licario se las arregla para que en el
bolsillo de José Cemí aparezca la dirección de la casa a la que
debe de ir (allí lo espera Oppiano) para ser iniciado en el
conocimiento oracular, que está y es la base de la poesía.
Para
referirse a la suma de casualidades que termina en el encuentro de
los dos personajes y en el inicio del aprendizaje por parte de Cemí,
nos dice Lezama que había sido necesario poner en movimiento "las
inmensas posibilidades del sistema poético", pero es que el
sistema poético conduce de regreso a Dios.
Entonces
es a Dios a quien debo agradecer que -mediante la poesía- haya
tenido lugar el encuentro, fugaz, con esa amante de la poesía y que
allí, donde no hay tiempo ni espacio, ni modernidad aplastante ni
asfixia de subdesarrollo, me haya sido revelado el sí de las cosas,
acciones, momentos y huellas que valen la pena.
El cristal que nos divierte
Antes
de fallecer, mi papá padeció varios años de Alzheimer. Comenzó
todo con una salida a la calle, tres horas sin saber de él, un poco
de búsqueda por las más transitadas de las avenidas cercanas y
encontrarlo parado, solitario y confundido, en una esquina desde la
cual no se le ocurría hacia dónde continuar. Me dijo que no
reconocía el lugar (a pocas cuadras, en un sitio que conocía
perfectamente) y que podía leer la señalización con el nombre de
las calles, pero que las palabras no significaban nada para él.
Aquello había aparecido de pronto, de modo que llevaba casi las tres
horas en aquel sitio y en aquella soledad.
Más
tarde, a medida que la mente se deterioraba, me gusta recordarlo en
dos momentos. Uno, que me hacía reir, era cuando iba a visitarlo y
avisaba a la familia: “Oigan, venga, que ha llegado este señor
que... cómo se llama. Bueno, no sé, pero sé que es alguien
importante”. El amor tiene que ser ese cariño más allá de la
desintegración, como cuando fui a otra amiga igual con Alzheimer,
Albis, y cuando la señora que la cuidaba le preguntó: “¿Este es
tu amigo?”, Albis -quien para entonces ya no hablaba- alzó la
cabeza y, por un poco de segundos, toda sombra se despejó y sonreía
y sonreía con expresión infantil.
En
cuanto a mi padre, ese otro momento que recuerdo de manera especial
(dejo afuera los terribles) fue aquel cuando un día deseaba que yo
le encendiera el televisor, pero ya había olvidado las palabras y
entonces me decía “mira a ver ahí... mira a ver ahí”... hasta
que dió finalmente con una especie de atajo de sentido y elaboró
una metáfora impresionante: “abre el cristal que nos divierte”.
Han pasado años y me sigue conmoviendo la enorme cantidad de
algoritmos que una mente humana tiene que construir para, de este
modo, re-inventar la comunicación.
Todo
esto para decir que es una gran noticia la que encuentro en
“Newsweek” en español quien reproduce un artículo
-originalmente aparecido en “Science”- en el cual se lee que es
posible que el Alzheimer sea “el resultado del sistema inmune
alimentandose de conexiones cerebrales”. El nuevo descubrimiento,
hecho bajo el liderazgo de Beth Stevens en el Boston Children’s
Hospital, no sólo reorienta de manera radical la dirección de las
investigaciones sobre la enfermedad, sino que -según experimentos
hechos con ratones- tiene todas las trazas de al fin ponernos en el
camino correcto para atenuar o superar el embate de esta enfermedad
destructiva.
Hace
pocos días apareció otra noticia donde se afirma que, según
trabajos de Dheeraj Roy, investigador de MIT, es posible recuperar
memorias perdidas por la acción del Alzheimer. Dios quiera que la
ciencia vaya más rápido, más hondo, más preciso y ojalá llegue
ese futuro en el cual sean menos, o ninguno, los que tengan que pasar
por algo así.
(el
cristal que nos divierte)
En la casa de Emily Dickinson (un recuerdo de cumpleaños).
Ayer fue mi cumpleaños cincuenta y seis.
Gracias a la delicadeza del amigo Chester King, editor del sitio online Afrocuba Web, pude asistir, en la Universidad de Amherst, a la presentación de Tomás Fernández Robaina a propósito del más reciente de sus aportes al campo cultural cubano: la compilación “Antología cubana del pensamiento antirracista”, volumen que reúne un amplio catálogo de pensadores nuestros desde mediados del sigxlo XIX y hasta la época actual.
Encontrarme aquí con Tomasito, cuyo cariño y generosidad he disfrutado desde hace mucho, enlaza el placer de compartir con el activista, erudito y trabajador incansable a la simple
alegría del disfrute junto al socio. Dan ganas de tener ya mismo ese libro que, estoy seguro, deberá de convertirse en una herramienta de primer orden; lo mismo para la recuperación de figuras poco menos que olvidadas del pensamiento social cubano, como para la proyección y las batallas por un futuro mejor. Dan ganas, igual, de que el libro circule, demuestre su valía, sea reseñado, discutido e integrado en los programas de estudio en las diversas enseñanzas, pues gran parte de los cambios de calado hondo y largo alcance en el país irán llegando de las transformaciones y aperturas que se sea capaz de introducir en esos programas.
Si a lo anterior se agrega que la presentación de Tomás fue organizada por ese espíritu inquieto (como también la persona que lo lleva) que es Agustín Lao, entonces se entenderá que fue un momento de exquisitez. Sumo que también tuve la posibilidad de conocer otra persona especial y generosa, Mary Ansara, para dejar la marca de un día diferente. Sin embargo, fue a la mañana siguiente (o sea, hoy) cuando, una vez más gracias a la mediación de Chester pude cumplir un sueño viejo y frágil: visitar la casa donde vivió y falleció la poeta Emily Dickinson.
(confieso que, más que estrictamente visitar la casa, hoy convertida en museo -que incluso estaba cerrada, en reparaciones- se trataba de caminar la tierra, el suelo mojado de un día frío y húmedo como hoy, gris, con llovizna, como tantas veces imaginé que habrá hecho, en su tiempo, la poeta.)
Y aquí, como nos pasa con tantas cosas, se removió la memoria y recordé que hace casi treinta años, tres personas soñamos con que los jóvenes escritores cubanos tuvieran una imprenta en la cual -de modo artesanal, en tiradas cortas, pero con arte y trabajo amoroso- fueran publicando libros. Claro que no podíamos hacerlo para la totalidad del país, pero aunque sea -en eso creíamos- podíamos dejar como ejemplo la unión de belleza, hondura y amor a la hora de producir cultura. Aquellos soñadores fuimos Cira Andrés, Sigfredo Ariel y yo.
Cira y Sigfredo, por entonces, vivían como pareja. Ella no sólo era graduada de arte, sino también poeta fina. Sigfredo, además de poeta, diseñador y editor, junto con el erudito en cuestiones de música, había nacido hijo de imprentero e imprentero él mismo. Yo, junto con la flamante condición de presidente de la sección de Literatura de la naciente Asociación Hermanos Saíz en la Ciudad de la Habana, podía enseñar el título de “pasador B de planchas litográficas” que había obtenido en el taller de fotomecánica de la imprenta Ñico López.
La cuestión final es que numerosos augurios se dieron cita para que, luego de las más variadas reuniones administrativas, nos fuese cedida una pequeña máquina y una caja que, operadas por Sigfredo y Cira, dieron su primer fruto en un pequeño y hermoso cuaderno con traducciones de Emily Dickinson, hechas estas por otro erudito nuestro, enciclopédico en el mundo de la música, traductor, profesor y crítico de cine, el también poeta Jorge Iglesias.
Hoy, cuando de repente me vi caminando el patio por donde paseara Emily Dickinson, no sólo recordé esta historia y el bello libro con las traducciones hechas por Jorge, sino que no supe responder si alguno de quienes hicieron la aventura habrían estado en el lugar. Y es que los caminos se separan y hay personas a quienes dejamos de ver, saber de ellos o sobre quienes escuchamos apenas. O acaso sea que hay algo de especial en escribir la historia de aquellos momentos que fueron sueños, los grandes sueños que cada uno tiene y guarda mucho más allá de que las cosas finalizan.
Si antes hablé de la generosidad de Chester y de papel como mediador, termino ahora int entando dar algún sentido al modo en que su presencia en esta historia desafía la noción de “casualidad”. Él desciende de un linaje de ilustres personajes de la región y su abuela materna no sólo vivía en la casa situada exactamente enfrente a la de Emily, sino que alguna vez contó a Chester (en una imagen de comienzos de los años 80 del siglo XIX) haber visto a la poeta caminando po ar el patio familiar.
Y e ste último detalle que me encantó. Cuando comenté a Chester, como parte de esa mitología repetida hasta el cansancio y que cualquier lector amante de poesía conoce, acerca de que Emily apenas salió del terreeno definidido por la cerca perimetral en cuyo interior quedan la casa de ella y del hermano, me respondió con la seguridad de quien narra una de esas historia entre vecinos que viene pasando de generación en generación: “sí, eso fue cuando ya no era joven... tenía cataracts... ¿cómo se dice en español? tenía cataratas”.
Gracias a la delicadeza del amigo Chester King, editor del sitio online Afrocuba Web, pude asistir, en la Universidad de Amherst, a la presentación de Tomás Fernández Robaina a propósito del más reciente de sus aportes al campo cultural cubano: la compilación “Antología cubana del pensamiento antirracista”, volumen que reúne un amplio catálogo de pensadores nuestros desde mediados del sigxlo XIX y hasta la época actual.
Encontrarme aquí con Tomasito, cuyo cariño y generosidad he disfrutado desde hace mucho, enlaza el placer de compartir con el activista, erudito y trabajador incansable a la simple
alegría del disfrute junto al socio. Dan ganas de tener ya mismo ese libro que, estoy seguro, deberá de convertirse en una herramienta de primer orden; lo mismo para la recuperación de figuras poco menos que olvidadas del pensamiento social cubano, como para la proyección y las batallas por un futuro mejor. Dan ganas, igual, de que el libro circule, demuestre su valía, sea reseñado, discutido e integrado en los programas de estudio en las diversas enseñanzas, pues gran parte de los cambios de calado hondo y largo alcance en el país irán llegando de las transformaciones y aperturas que se sea capaz de introducir en esos programas.
Si a lo anterior se agrega que la presentación de Tomás fue organizada por ese espíritu inquieto (como también la persona que lo lleva) que es Agustín Lao, entonces se entenderá que fue un momento de exquisitez. Sumo que también tuve la posibilidad de conocer otra persona especial y generosa, Mary Ansara, para dejar la marca de un día diferente. Sin embargo, fue a la mañana siguiente (o sea, hoy) cuando, una vez más gracias a la mediación de Chester pude cumplir un sueño viejo y frágil: visitar la casa donde vivió y falleció la poeta Emily Dickinson.
(confieso que, más que estrictamente visitar la casa, hoy convertida en museo -que incluso estaba cerrada, en reparaciones- se trataba de caminar la tierra, el suelo mojado de un día frío y húmedo como hoy, gris, con llovizna, como tantas veces imaginé que habrá hecho, en su tiempo, la poeta.)
Y aquí, como nos pasa con tantas cosas, se removió la memoria y recordé que hace casi treinta años, tres personas soñamos con que los jóvenes escritores cubanos tuvieran una imprenta en la cual -de modo artesanal, en tiradas cortas, pero con arte y trabajo amoroso- fueran publicando libros. Claro que no podíamos hacerlo para la totalidad del país, pero aunque sea -en eso creíamos- podíamos dejar como ejemplo la unión de belleza, hondura y amor a la hora de producir cultura. Aquellos soñadores fuimos Cira Andrés, Sigfredo Ariel y yo.
Cira y Sigfredo, por entonces, vivían como pareja. Ella no sólo era graduada de arte, sino también poeta fina. Sigfredo, además de poeta, diseñador y editor, junto con el erudito en cuestiones de música, había nacido hijo de imprentero e imprentero él mismo. Yo, junto con la flamante condición de presidente de la sección de Literatura de la naciente Asociación Hermanos Saíz en la Ciudad de la Habana, podía enseñar el título de “pasador B de planchas litográficas” que había obtenido en el taller de fotomecánica de la imprenta Ñico López.
La cuestión final es que numerosos augurios se dieron cita para que, luego de las más variadas reuniones administrativas, nos fuese cedida una pequeña máquina y una caja que, operadas por Sigfredo y Cira, dieron su primer fruto en un pequeño y hermoso cuaderno con traducciones de Emily Dickinson, hechas estas por otro erudito nuestro, enciclopédico en el mundo de la música, traductor, profesor y crítico de cine, el también poeta Jorge Iglesias.
Hoy, cuando de repente me vi caminando el patio por donde paseara Emily Dickinson, no sólo recordé esta historia y el bello libro con las traducciones hechas por Jorge, sino que no supe responder si alguno de quienes hicieron la aventura habrían estado en el lugar. Y es que los caminos se separan y hay personas a quienes dejamos de ver, saber de ellos o sobre quienes escuchamos apenas. O acaso sea que hay algo de especial en escribir la historia de aquellos momentos que fueron sueños, los grandes sueños que cada uno tiene y guarda mucho más allá de que las cosas finalizan.
Si antes hablé de la generosidad de Chester y de papel como mediador, termino ahora int entando dar algún sentido al modo en que su presencia en esta historia desafía la noción de “casualidad”. Él desciende de un linaje de ilustres personajes de la región y su abuela materna no sólo vivía en la casa situada exactamente enfrente a la de Emily, sino que alguna vez contó a Chester (en una imagen de comienzos de los años 80 del siglo XIX) haber visto a la poeta caminando po ar el patio familiar.
Y e ste último detalle que me encantó. Cuando comenté a Chester, como parte de esa mitología repetida hasta el cansancio y que cualquier lector amante de poesía conoce, acerca de que Emily apenas salió del terreeno definidido por la cerca perimetral en cuyo interior quedan la casa de ella y del hermano, me respondió con la seguridad de quien narra una de esas historia entre vecinos que viene pasando de generación en generación: “sí, eso fue cuando ya no era joven... tenía cataracts... ¿cómo se dice en español? tenía cataratas”.
Mi (visita de) Obama
Poco
más de once millones de cubanos viviendo “adentro” y otros dos
habitando las más variadas geografías del planeta (lo mismo nacidos
en la Isla que dispuestos a identificarse como con-nacionales)
equivalen en número a la cantidad de versiones que entre todos
tenemos de la próxima visita al país del presidente Barack Obama.
Los
editores de OnCuba aceptaron publicarme este artículo que a
continuación comparto. Había dejado estas palabras y el link, para
si alguien se interesaba en leer el texto, más considerando las
particulares condiciones de in-conexión cubanas, quizás sea mejor
tener aquí el artículo. De cualquier modo, bajo está el link, de
modo que igual puede seguirse a revisar OnCuba, que bien vale la
pena.
Mi (visita de) Obama
Hace
pocos días, a la salida de la reunión que -como otro de los pasos
previos, introductorios y preparatorios de la inminente visita del
Presidente Obama a Cuba- el Asesor de Seguridad Nacional, Ben Rhodes,
sostuvo con diversos líderes del anti-castrismo militante en Miami,
uno de los asistentes manifestó su sorpresa al comprobar el nivel de
información que Rhodes demostró poseer sobre la realidad cubana.
En todo caso, de la reunión mencionada, se confirma el esquema (dentro del equipo político Obama) de un proyecto de presencia articulado en cuatro ejes principales: el aumento de las oportunidades para cualquier iniciativa en el sector de las telecomunicaciones que signifique mayor conectividad con el exterior para el cubano de a pie; la creación de espacios que sirvan para el estímulo e incremento de la pequeña empresa privada (en todo el abanico de eso que se ha vuelto común llamar “emprendedores” en paralelo a una suerte de “relación de descuido” (equivalente a ignorar) en lo que toca a los contactos con el aparato productivo estatal); la transformación de la concepción y postura oficiales cubanas acerca de los denominados “derechos humanos” y el aprovechamiento de la oportunidad (espectacular e inédita después de 1959) de que un Presidente de los Estados Unidos hable directamente al pueblo cubano.
Casi al mismo tiempo, esta vez como parte del artículo titulado “Ningún analista serio en EEUU apoya los programas de “promoción de la democracia” para Cuba”, de Rosa Miriam Elizalde, escribe la autora: “Obama debería restaurar y ampliar lo que funcionó en el pasado. Descontaminar los programas de democracia. Organizaciones legítimas de la sociedad civil de Estados Unidos podrían forjar lazos con sus homólogos cubanos. Ellos, generalmente, conocen mejor que el gobierno lo que los cubanos necesitan para construir un futuro mejor. Por ejemplo, los bibliotecarios estadounidenses pueden pedir a sus homólogos cubanos listas de libros necesarios y, con una subvención de EE.UU., comprarlos, de modo que los jóvenes cubanos puedan obtener la información que necesitan.”
Otra vez, desde otro punto de vista -entre complementario y adyacente- la gran pieza de intercambio es la información; préstese atención a que el fragmento se refiere a una circulación de flujos donde los cubanos, en especial los jóvenes, obtienen lo que necesitan, presuntamente para sus estudios.
II
Hace años, cuando Barack Obama fue electo como Presidente de los Estados Unidos, escribí un breve artículo (que, a falta de mejor opción, distribuí entre amigos/colegas y compartí en Facebook) en el cual trataba de explicar(me) algunos significados implícitos en la llegada de este nuevo Presidente y por qué ello revelaba una flexión en las dinámicas políticas del vecino norteño.
Es simpático imaginar que hace apenas un año, mientras estaba en los Estados Unidos invitado por una de entre las miles de universidades de ese país, me tocó intervenir en un panel que derivó hacia el frontal ataque al Presidente Obama por todo lo que había prometido y luego no había cumplido (muy especialmente en lo referido a las políticas migratorias).
Como la realidad es más extraña y sorprendente que cualquier ficción, y como todavía se encontraba tan cerca ese día que ha quedado en los titulares como “el 17-D”, me pidieron -como cubano “de la Isla”- que ofreciese mi opinión acerca del Presidente Obama. Y es que, cuando viajas, no puedes evitar “ser” más que tú mismo, ya que arrastras la carga de la representación (por mucho que en determinados momentos no lo desees o te agobie) del país del cual procedes; por tal motivo, aún cuando no tengas credencial de politólogo, esperan de ti un juicio “experto” pues, a fin de cuentas, has vivido tu vida entera (nací en 1960) en el interior del conflicto entre Cuba y los Estados Unidos.
Entonces dije que, poniendo a un lado el hecho de mi diminuta significación para el orden de las cosas, con todas las diferencias, del tipo que fueran, que pudiese tener con el presidente Obama, eternamente le iba a agradecer el extraordinario gesto de tratarme como una persona a la cual se quiere cambiar (acompañando ello con la quiebra de la ideología que la persona practica y la finalización del sistema político que defiende o en el cual, simplemente vive) en lugar de como a un animal dañino al que es imperioso y preferible aplastar, aunque en el momento quizás sólo se le pueda aislar.
Además, durante las varias ocasiones en las que había visitado los Estados Unidos, había conocido muchas personas de buena voluntad que -desde las posturas ideológicas más diversas y sin condicionamientos- asumían riesgos por expresar o dar muestras concretas de su voluntad de ayudar a proyectos en Cuba. Lo principal aquí es la frase “sin condicionamientos” y el gesto de Obama abría un espacio para estas personas y actitudes, pues ya no se verían obligadas a actuar y concebir sus proyectos de ayuda o colaboración en contra de la línea política del Presidente de la nación. En este sentido, para mí, Obama era la encarnación de la posibilidad de existencia de una relación diferente entre ambos países y comunidades humanas.
III
Cuando el 20 de marzo aterrice en la Habana el Presidente Obama no sólo va a ser aquel de su proyecto, seguido por el equipo de trabajo, sino que igualmente lo harán tantas versiones de él como la cantidad de cubanos que andan por el mundo y también las que corresponden a los muchos millones que siguen con atención el tema Cuba.
Obama, va a protagonizar, atendiendo a la resonancia potencial, uno de los grandes momentos de la Historia contemporánea, la ocasión de grabar una marca profunda, estremecedora y duradera, de disponer de una audiencia que de manera enorme supera los pequeños doce millones de cubanos; una convulsión.
Y es en este sentido, curiosamente, de modo absurdo y enteramente inesperado, se va a repetir para él la oportunidad de colocarse adentro de una frase que nunca nadie creyó que serviría para una circunstancia como la que en esa visita ocurrirá: “... más grande que nosotros mismos”. O sea, la frase que Fidel Castro pronunció a propósito de la Revolución será tecnicamente aplicable a una situación de signo bien diferente, pues igual aquí esta será la oportunidad de crear algo más grande que quienes lo impulsan.
Como hacedor de cultura que soy, me interesa tomar mis dos ejemplos iniciales y decir(me) que -luego de años de mutuas construcciones devaluadoras- ambos grupos humanos del conflicto entre Cuba y los Estados Unidos necesitamos algo tan simple y absoluto como es humanizarnos.
El Presidente trae consigo lo mejor de su país: su extraordinario desarrollo de la ciencia, sus extraordinarios luchadores por la igualdad, su apabullante fuerza económica, su mundo material de realizaciones únicas, pero también sus dolores, batallas presentes, su arrogancia y hegemonismo.
La visita de Obama es un impulso para que nos atrevamos al conocimiento mutuo, pero en tales dimensiones o cantidad de hervor que todavía no podemos imaginar, porque el paso, cambio, salto, es tal, que ya no se va a tratar más de esperar a que los estamentos institucionales realicen la digestión de esto o aquello (esta o aquella propuesta), sino que la presencia de la primera autoridad del país vecino es una suerte de inyección de electricidad para que se multipliquen (dentro del absoluto de la sociedad) estas iniciativas para la más amplia y variada cantidad de contactos.
En esto nuevo que vendrá las acciones de signo cultural, educativo, creativo, religioso, comunitario, marcadas por intereses de raza, orientación sexual u otras no pueden sino ir ganando más espacio cada vez y, de esa manera, remodelando la sociedad cubana a la vez que ofreciendo información continua sobre su transformación, absorbiendo y devolviendo información, abriendo de modo progresivo caminos para el diálogo.
No es otra la razón por la cual, en lugar contentarse con firmar el documento que oficializa la relación y con dar el apretón de manos que en estos casos se espera para que todo quede eternizado en las fotos de rigor, vendrá y se presentará en Cuba. A todas luces esto ha sido cuidadosamente calculado siguiendo la lógica e imaginando los efectos que puede ejercer un liderazgo no a distancia, sino sobre el terreno.
En este punto, si uno recuerda los conocidos slogans nacionales del “predicar con el ejemplo” es más que sorprendente el sentido multidireccional del gesto obamista que habla a varios interlocutores a la vez; lo mismo a la clase política estadounidense (a la que, de modo implícito, le pide que lo siga), que a los doce millones de cubanos (a quienes tiene en suspenso y algún mensaje les presentará), que a las dirigencias de la Isla (con quienes afirma seguir teniendo diferencias radicales), que para los cubanos del exilio/diáspora (con quienes comparte zonas esenciales de ideología y algunas de cuyas posiciones defiende como propias).
La potencialidad del gesto en el nivel de lo simbólico es la de absorber todas estas fuerzas contradictorias y elaborar, entregar, dejarnos un producto nuevo; es decir, lo que nunca ha sucedido (la visita de un Presidente en ejercicio de los Estados Unidos después del año 1959), no sólo es ello mismo un cambio en la realidad, sino que contiene la posibilidad de generar algo nuevo. Por tal motivo mencioné antes la frase célebre “más grande que nosotros mismos” y ahora la otra “predicar con el ejemplo”, para explicar por qué la visita es un gesto tremendamente revolucionario, en términos artísticos diríase que “vanguardista”, aunque su contenido no lo sea.
Lo más interesante y el mayor desafío que puede derivarse de lo anterior es que entonces tendríamos que ser todos los actores sociales quienes –con nuestras acciones orientadas al mayor conocimiento y contacto entre las comunidades- dotemos de contenido al gesto.
IV
Vivo en La Habana muy cerca del stadium de pelota, donde se espera que Obama asistirá al juego de exhibición del equipo de Grandes Ligas Tampa Bay. Llevo varios meses fuera de Cuba y los de mi familia me cuentan del ajetreo de las brigadas arreglando; “se parece al Yanquee Stadium”, dice un amigo, en broma, “pero tú sabes que eso es par de cuadras, después de ahí: ¡la candela!”.
Así mismo es. Hay cuatro centavos para gastar y el escenario es el Cerro, que se cae a pedazos. “Hay que tener cuidado, no sea que a Obama se le ocurra pegarse a una pared”, respondo al amigo aludiendo a nuestra larga tradición de terminar cosas el día anterior a su inauguración, por lo cual las abrimos con la pintura todavía fresca.
Y me doy cuenta de que, aunque se trata de una descabellada fantasía, sería interesante construir el guión. Pues si gran parte de la retórica alrededor de esta visita está, como casi todo y siempre, en “el pueblo”, entidad abstracta de la cual todos aseguran ser y sentirse representantes legítimos, ¿qué mejor oportunidad que, simplemente, desviarse unos metros, mandar el protocolo al demonio, y caminar unos cientos de metros Cerro adentro, en busca de lo caliente, lo verdadero y entonces preguntar?
Porque ese sí que va a ser “el pueblo” en estado puro, sin mediadores o manejadores políticos de ninguna de las especies. Y preguntar: ¿qué piensan de esta visita? ¿Qué esperan de este contacto? ¿Qué quisieran que ocurra más allá? ¿Qué les disgusta y qué desean cambiar de este mundo en el que viven? ¿Qué quieren, del lado opuesto, conservar?
Y sentarse a escuchar.
No la respuesta que complace, que buscamos oír e insistimos hasta tenerla enfrente y entonces nos despedimos satisfechos (pues así confirmamos lo que, antes de llegar al lugar, ya estábamos seguros de saber); o la otra, que a todas luces ha sido programada y ensayada al punto de que resuena como los artilugios mecánicos, falsa; sino esa tercera respuesta que –como los lanzamientos imbateables– viene, a toda velocidad, por el medio de home. No se dedica a defender, no se dedica a demonizar, habla de la vida en sus cosas mejores y peores, alcanzadas y por alcanzar.
No puedo hablar por otro, pero –en mi caso– es esa la respuesta que me interesa: la que hace pensar.
En todo caso, de la reunión mencionada, se confirma el esquema (dentro del equipo político Obama) de un proyecto de presencia articulado en cuatro ejes principales: el aumento de las oportunidades para cualquier iniciativa en el sector de las telecomunicaciones que signifique mayor conectividad con el exterior para el cubano de a pie; la creación de espacios que sirvan para el estímulo e incremento de la pequeña empresa privada (en todo el abanico de eso que se ha vuelto común llamar “emprendedores” en paralelo a una suerte de “relación de descuido” (equivalente a ignorar) en lo que toca a los contactos con el aparato productivo estatal); la transformación de la concepción y postura oficiales cubanas acerca de los denominados “derechos humanos” y el aprovechamiento de la oportunidad (espectacular e inédita después de 1959) de que un Presidente de los Estados Unidos hable directamente al pueblo cubano.
Casi al mismo tiempo, esta vez como parte del artículo titulado “Ningún analista serio en EEUU apoya los programas de “promoción de la democracia” para Cuba”, de Rosa Miriam Elizalde, escribe la autora: “Obama debería restaurar y ampliar lo que funcionó en el pasado. Descontaminar los programas de democracia. Organizaciones legítimas de la sociedad civil de Estados Unidos podrían forjar lazos con sus homólogos cubanos. Ellos, generalmente, conocen mejor que el gobierno lo que los cubanos necesitan para construir un futuro mejor. Por ejemplo, los bibliotecarios estadounidenses pueden pedir a sus homólogos cubanos listas de libros necesarios y, con una subvención de EE.UU., comprarlos, de modo que los jóvenes cubanos puedan obtener la información que necesitan.”
Otra vez, desde otro punto de vista -entre complementario y adyacente- la gran pieza de intercambio es la información; préstese atención a que el fragmento se refiere a una circulación de flujos donde los cubanos, en especial los jóvenes, obtienen lo que necesitan, presuntamente para sus estudios.
II
Hace años, cuando Barack Obama fue electo como Presidente de los Estados Unidos, escribí un breve artículo (que, a falta de mejor opción, distribuí entre amigos/colegas y compartí en Facebook) en el cual trataba de explicar(me) algunos significados implícitos en la llegada de este nuevo Presidente y por qué ello revelaba una flexión en las dinámicas políticas del vecino norteño.
Es simpático imaginar que hace apenas un año, mientras estaba en los Estados Unidos invitado por una de entre las miles de universidades de ese país, me tocó intervenir en un panel que derivó hacia el frontal ataque al Presidente Obama por todo lo que había prometido y luego no había cumplido (muy especialmente en lo referido a las políticas migratorias).
Como la realidad es más extraña y sorprendente que cualquier ficción, y como todavía se encontraba tan cerca ese día que ha quedado en los titulares como “el 17-D”, me pidieron -como cubano “de la Isla”- que ofreciese mi opinión acerca del Presidente Obama. Y es que, cuando viajas, no puedes evitar “ser” más que tú mismo, ya que arrastras la carga de la representación (por mucho que en determinados momentos no lo desees o te agobie) del país del cual procedes; por tal motivo, aún cuando no tengas credencial de politólogo, esperan de ti un juicio “experto” pues, a fin de cuentas, has vivido tu vida entera (nací en 1960) en el interior del conflicto entre Cuba y los Estados Unidos.
Entonces dije que, poniendo a un lado el hecho de mi diminuta significación para el orden de las cosas, con todas las diferencias, del tipo que fueran, que pudiese tener con el presidente Obama, eternamente le iba a agradecer el extraordinario gesto de tratarme como una persona a la cual se quiere cambiar (acompañando ello con la quiebra de la ideología que la persona practica y la finalización del sistema político que defiende o en el cual, simplemente vive) en lugar de como a un animal dañino al que es imperioso y preferible aplastar, aunque en el momento quizás sólo se le pueda aislar.
Además, durante las varias ocasiones en las que había visitado los Estados Unidos, había conocido muchas personas de buena voluntad que -desde las posturas ideológicas más diversas y sin condicionamientos- asumían riesgos por expresar o dar muestras concretas de su voluntad de ayudar a proyectos en Cuba. Lo principal aquí es la frase “sin condicionamientos” y el gesto de Obama abría un espacio para estas personas y actitudes, pues ya no se verían obligadas a actuar y concebir sus proyectos de ayuda o colaboración en contra de la línea política del Presidente de la nación. En este sentido, para mí, Obama era la encarnación de la posibilidad de existencia de una relación diferente entre ambos países y comunidades humanas.
III
Cuando el 20 de marzo aterrice en la Habana el Presidente Obama no sólo va a ser aquel de su proyecto, seguido por el equipo de trabajo, sino que igualmente lo harán tantas versiones de él como la cantidad de cubanos que andan por el mundo y también las que corresponden a los muchos millones que siguen con atención el tema Cuba.
Obama, va a protagonizar, atendiendo a la resonancia potencial, uno de los grandes momentos de la Historia contemporánea, la ocasión de grabar una marca profunda, estremecedora y duradera, de disponer de una audiencia que de manera enorme supera los pequeños doce millones de cubanos; una convulsión.
Y es en este sentido, curiosamente, de modo absurdo y enteramente inesperado, se va a repetir para él la oportunidad de colocarse adentro de una frase que nunca nadie creyó que serviría para una circunstancia como la que en esa visita ocurrirá: “... más grande que nosotros mismos”. O sea, la frase que Fidel Castro pronunció a propósito de la Revolución será tecnicamente aplicable a una situación de signo bien diferente, pues igual aquí esta será la oportunidad de crear algo más grande que quienes lo impulsan.
Como hacedor de cultura que soy, me interesa tomar mis dos ejemplos iniciales y decir(me) que -luego de años de mutuas construcciones devaluadoras- ambos grupos humanos del conflicto entre Cuba y los Estados Unidos necesitamos algo tan simple y absoluto como es humanizarnos.
El Presidente trae consigo lo mejor de su país: su extraordinario desarrollo de la ciencia, sus extraordinarios luchadores por la igualdad, su apabullante fuerza económica, su mundo material de realizaciones únicas, pero también sus dolores, batallas presentes, su arrogancia y hegemonismo.
La visita de Obama es un impulso para que nos atrevamos al conocimiento mutuo, pero en tales dimensiones o cantidad de hervor que todavía no podemos imaginar, porque el paso, cambio, salto, es tal, que ya no se va a tratar más de esperar a que los estamentos institucionales realicen la digestión de esto o aquello (esta o aquella propuesta), sino que la presencia de la primera autoridad del país vecino es una suerte de inyección de electricidad para que se multipliquen (dentro del absoluto de la sociedad) estas iniciativas para la más amplia y variada cantidad de contactos.
En esto nuevo que vendrá las acciones de signo cultural, educativo, creativo, religioso, comunitario, marcadas por intereses de raza, orientación sexual u otras no pueden sino ir ganando más espacio cada vez y, de esa manera, remodelando la sociedad cubana a la vez que ofreciendo información continua sobre su transformación, absorbiendo y devolviendo información, abriendo de modo progresivo caminos para el diálogo.
No es otra la razón por la cual, en lugar contentarse con firmar el documento que oficializa la relación y con dar el apretón de manos que en estos casos se espera para que todo quede eternizado en las fotos de rigor, vendrá y se presentará en Cuba. A todas luces esto ha sido cuidadosamente calculado siguiendo la lógica e imaginando los efectos que puede ejercer un liderazgo no a distancia, sino sobre el terreno.
En este punto, si uno recuerda los conocidos slogans nacionales del “predicar con el ejemplo” es más que sorprendente el sentido multidireccional del gesto obamista que habla a varios interlocutores a la vez; lo mismo a la clase política estadounidense (a la que, de modo implícito, le pide que lo siga), que a los doce millones de cubanos (a quienes tiene en suspenso y algún mensaje les presentará), que a las dirigencias de la Isla (con quienes afirma seguir teniendo diferencias radicales), que para los cubanos del exilio/diáspora (con quienes comparte zonas esenciales de ideología y algunas de cuyas posiciones defiende como propias).
La potencialidad del gesto en el nivel de lo simbólico es la de absorber todas estas fuerzas contradictorias y elaborar, entregar, dejarnos un producto nuevo; es decir, lo que nunca ha sucedido (la visita de un Presidente en ejercicio de los Estados Unidos después del año 1959), no sólo es ello mismo un cambio en la realidad, sino que contiene la posibilidad de generar algo nuevo. Por tal motivo mencioné antes la frase célebre “más grande que nosotros mismos” y ahora la otra “predicar con el ejemplo”, para explicar por qué la visita es un gesto tremendamente revolucionario, en términos artísticos diríase que “vanguardista”, aunque su contenido no lo sea.
Lo más interesante y el mayor desafío que puede derivarse de lo anterior es que entonces tendríamos que ser todos los actores sociales quienes –con nuestras acciones orientadas al mayor conocimiento y contacto entre las comunidades- dotemos de contenido al gesto.
IV
Vivo en La Habana muy cerca del stadium de pelota, donde se espera que Obama asistirá al juego de exhibición del equipo de Grandes Ligas Tampa Bay. Llevo varios meses fuera de Cuba y los de mi familia me cuentan del ajetreo de las brigadas arreglando; “se parece al Yanquee Stadium”, dice un amigo, en broma, “pero tú sabes que eso es par de cuadras, después de ahí: ¡la candela!”.
Así mismo es. Hay cuatro centavos para gastar y el escenario es el Cerro, que se cae a pedazos. “Hay que tener cuidado, no sea que a Obama se le ocurra pegarse a una pared”, respondo al amigo aludiendo a nuestra larga tradición de terminar cosas el día anterior a su inauguración, por lo cual las abrimos con la pintura todavía fresca.
Y me doy cuenta de que, aunque se trata de una descabellada fantasía, sería interesante construir el guión. Pues si gran parte de la retórica alrededor de esta visita está, como casi todo y siempre, en “el pueblo”, entidad abstracta de la cual todos aseguran ser y sentirse representantes legítimos, ¿qué mejor oportunidad que, simplemente, desviarse unos metros, mandar el protocolo al demonio, y caminar unos cientos de metros Cerro adentro, en busca de lo caliente, lo verdadero y entonces preguntar?
Porque ese sí que va a ser “el pueblo” en estado puro, sin mediadores o manejadores políticos de ninguna de las especies. Y preguntar: ¿qué piensan de esta visita? ¿Qué esperan de este contacto? ¿Qué quisieran que ocurra más allá? ¿Qué les disgusta y qué desean cambiar de este mundo en el que viven? ¿Qué quieren, del lado opuesto, conservar?
Y sentarse a escuchar.
No la respuesta que complace, que buscamos oír e insistimos hasta tenerla enfrente y entonces nos despedimos satisfechos (pues así confirmamos lo que, antes de llegar al lugar, ya estábamos seguros de saber); o la otra, que a todas luces ha sido programada y ensayada al punto de que resuena como los artilugios mecánicos, falsa; sino esa tercera respuesta que –como los lanzamientos imbateables– viene, a toda velocidad, por el medio de home. No se dedica a defender, no se dedica a demonizar, habla de la vida en sus cosas mejores y peores, alcanzadas y por alcanzar.
No puedo hablar por otro, pero –en mi caso– es esa la respuesta que me interesa: la que hace pensar.
Una exposición en La Habana a propósito del Holocausto
Sobre
pocos temas he leído más o empleado más horas de pantalla que a
propósito del Holocausto y el Gulag, ese par de extremos de la
vileza humana. Tanto nazismo como stalinismo -cada uno en su
estructura, intenciones y particularidad- terminaron actuando como
gigantescas maquinarias, entramados y puestas en escena de la
capacidad humana para la destrucción, física y espiritual, de
semejantes.
Anoche, cuando todavía era 27 de enero, celebración del Día Mundial de Conmemoración de las Víctimas del Holocausto, escribí un largo texto que de repente desapareció de la máquina mientras aparecía el inquietante pantallazo azul que avisa que has sufrido un crash grave.
En uno de los poemas que publiqué Stalin dialoga con el cráneo de Hitler; en otro se reproduce la célebre conversación entre Pasternak y Stalin a propósito de Mandelstan; en otro más es pensado el suicidio de Tsvetaieva; en otro más, después de años en el gulag, aparecen la madre de mi amiga Inta Ruka y sus compañeras de sufrimiento; en otro, que llevo años componiendo, mi padre me lleva a la toma del Palacio de Invierno y terminamos, desesperadamente buscando el calor de una hoguera improvisada, en un lejano paisaje helado de la geografía de gulag.
Me obsesiona la lenta deriva hacia las pesadillas sociales, el tejido de la monstruosidad infiltrando las vidas, las mentes, las consecuencias futuras de todo eso, las cicatrices, el doloroso camino de la cura, la posibilidad de abandonar la escala humana cuando -en pos de la idea que sea- es convocado el infierno para que ocupe el sitio de la Tierra.
No en vano uno de mis poemarios lleva como título “El maquinista de Auschwitz”.
Por cierto que ayer, y esa es la justificación para el homenaje, se cumplieron 71 años de la liberación del campo de concentración de Auschwitz por las tropas del Ejército Rojo. Y entonces, con todo esto revolviéndome la cabeza, he recordado uno de los momentos más conmovedores de los últimos tiempos, en el Centro Hebrero Sefaradí de Cuba.
Primero, el impacto de pasar por la puerta del lugar y leer la invitación a ver la exposición titulada “Recordamos. El Holocausto y la creación de una comunidad viva”, organizada gracias a la colaboración del Instituto de la Fundación Shoah de la USC y el Centro Simon Wiesenthal.
La exposición, en una rápida sucesión de imágenes, acompañadas de de muy certeros comentarios, nos conduce por un recorrido que empieza con la toma del poder por Hitler y atraviesa por la infame “Noche de los Cristales Rotos”, las deportaciones de judíos y la implantación de la denominada “Solución Final”, la insurrección del ghetto de Varsovia y la liberación de los que alcanzaron a sobrevivir en los campos de concentración para -en una suerte de narrativa paralela- agregar los comienzos de la presencia judía en Cuba, narrar el momento de esplendor de dicha comunidad en el país y concluir con su estado presente, el cual es definido como de “renacimiento”.
Fue en este segundo conjunto donde encontré la frase conmovedora que reproduzco a continuación:
“Nunca hubo antisemitismo en Cuba. Del tipo que sabemos... nunca. Es que en Cuba ni siquiera saben lo que significa el antisemitismo. Un cubano no lo sabe. Usted le dice que es antisemita, y le preguntará qué cosa es eso.”
Aron Radlow Givner
Al crear una realidad nueva el Holocausto creó, también, una responsabilidad nueva. No puedo ser judío de un campo de concentración como tampoco puedo ser preso en el gulag, ni asesinado en Cambodia, ni Tutsi macheteado, ni esclavo echado al mar desde un barco negrero, muerto en el cepo o despedazado por perros.
Sin embargo, si consigo vivir sin que estas experiencias de dolor humano sean partes de mí, entonces, como enseña el texto bíblico, “nada valgo”. O sea, que el desafío del encuentro con el otro es transformarme en aquello que bien sé que no puedo ser; o sea, abandonar la seguridad que el Yo me brinda y abrirme a transformaciones durante el contacto con esa masa de dolor, esperanza y posibilidades de un mundo nuevo donde se extienda la curación y no haya espacio para la repetición del horror.
Dejo aquí algunas fotos que tomé de la exposición y también la dirección en la que se encuentra el archivo en pdf sobre ésta:
http://sefaradicuba.com/.../files/documentopaginas/expo.pdf
Por cierto que en el lugar trabaja, desde hace años, uno de mis compañeros de las escuelas primaria y secundaria, Jaime Rafael Cheni Camps.
Un abrazo, Jaime.
Y también para los amigos Arturo López-Levy, Esther Shapiro y José Kozer.
Anoche, cuando todavía era 27 de enero, celebración del Día Mundial de Conmemoración de las Víctimas del Holocausto, escribí un largo texto que de repente desapareció de la máquina mientras aparecía el inquietante pantallazo azul que avisa que has sufrido un crash grave.
En uno de los poemas que publiqué Stalin dialoga con el cráneo de Hitler; en otro se reproduce la célebre conversación entre Pasternak y Stalin a propósito de Mandelstan; en otro más es pensado el suicidio de Tsvetaieva; en otro más, después de años en el gulag, aparecen la madre de mi amiga Inta Ruka y sus compañeras de sufrimiento; en otro, que llevo años componiendo, mi padre me lleva a la toma del Palacio de Invierno y terminamos, desesperadamente buscando el calor de una hoguera improvisada, en un lejano paisaje helado de la geografía de gulag.
Me obsesiona la lenta deriva hacia las pesadillas sociales, el tejido de la monstruosidad infiltrando las vidas, las mentes, las consecuencias futuras de todo eso, las cicatrices, el doloroso camino de la cura, la posibilidad de abandonar la escala humana cuando -en pos de la idea que sea- es convocado el infierno para que ocupe el sitio de la Tierra.
No en vano uno de mis poemarios lleva como título “El maquinista de Auschwitz”.
Por cierto que ayer, y esa es la justificación para el homenaje, se cumplieron 71 años de la liberación del campo de concentración de Auschwitz por las tropas del Ejército Rojo. Y entonces, con todo esto revolviéndome la cabeza, he recordado uno de los momentos más conmovedores de los últimos tiempos, en el Centro Hebrero Sefaradí de Cuba.
Primero, el impacto de pasar por la puerta del lugar y leer la invitación a ver la exposición titulada “Recordamos. El Holocausto y la creación de una comunidad viva”, organizada gracias a la colaboración del Instituto de la Fundación Shoah de la USC y el Centro Simon Wiesenthal.
La exposición, en una rápida sucesión de imágenes, acompañadas de de muy certeros comentarios, nos conduce por un recorrido que empieza con la toma del poder por Hitler y atraviesa por la infame “Noche de los Cristales Rotos”, las deportaciones de judíos y la implantación de la denominada “Solución Final”, la insurrección del ghetto de Varsovia y la liberación de los que alcanzaron a sobrevivir en los campos de concentración para -en una suerte de narrativa paralela- agregar los comienzos de la presencia judía en Cuba, narrar el momento de esplendor de dicha comunidad en el país y concluir con su estado presente, el cual es definido como de “renacimiento”.
Fue en este segundo conjunto donde encontré la frase conmovedora que reproduzco a continuación:
“Nunca hubo antisemitismo en Cuba. Del tipo que sabemos... nunca. Es que en Cuba ni siquiera saben lo que significa el antisemitismo. Un cubano no lo sabe. Usted le dice que es antisemita, y le preguntará qué cosa es eso.”
Aron Radlow Givner
Al crear una realidad nueva el Holocausto creó, también, una responsabilidad nueva. No puedo ser judío de un campo de concentración como tampoco puedo ser preso en el gulag, ni asesinado en Cambodia, ni Tutsi macheteado, ni esclavo echado al mar desde un barco negrero, muerto en el cepo o despedazado por perros.
Sin embargo, si consigo vivir sin que estas experiencias de dolor humano sean partes de mí, entonces, como enseña el texto bíblico, “nada valgo”. O sea, que el desafío del encuentro con el otro es transformarme en aquello que bien sé que no puedo ser; o sea, abandonar la seguridad que el Yo me brinda y abrirme a transformaciones durante el contacto con esa masa de dolor, esperanza y posibilidades de un mundo nuevo donde se extienda la curación y no haya espacio para la repetición del horror.
Dejo aquí algunas fotos que tomé de la exposición y también la dirección en la que se encuentra el archivo en pdf sobre ésta:
http://sefaradicuba.com/.../files/documentopaginas/expo.pdf
Por cierto que en el lugar trabaja, desde hace años, uno de mis compañeros de las escuelas primaria y secundaria, Jaime Rafael Cheni Camps.
Un abrazo, Jaime.
Y también para los amigos Arturo López-Levy, Esther Shapiro y José Kozer.
Lo que me enseñó "El ronco":
Yo
era un estudiante del 10o. grado en la Secundaria Básica "Felipe
Poey Aloy", conocida -por sus viejos títulos- como la "Escuela
Anexa a la Universidad de la Habana" y nuestro campamento era ya
tradición que fuese el nombrado "La Cachimba", en Guira de
Melena.
De
entre todos los trabajos posibles uno de los más envidiables era el
sembrado de "naranjas California" que atendía un obrero
agrícola al que decían "El Ronco".
Además
de exigente, gran conocedor que nos explicaba todo de la naranja, le
gustaba conversar con el pequeño grupo que sólo llegaba allí
después de él haberlo seleccionado.
Aquella
vez, no sé cómo, la conversación cayó en la eterna cuestión
cubana de las diferencias políticas; tal vez porque el Ronco nos
contó que él, creo que recordar que desde los 14 años, se había
incorporado a hacer Revolución y entonces alguno de nosotros le debe
haber preguntado que si había pasado lo mismo con el resto de la
familia.
Nos
dijo que en la casa aquello había sido un terremoto, porque una
mitad apoyó el nuevo proceso y la otra tomó distancia o se opuso.
En particular narró una pelea, en mitad de una comida, entre él
mismo y uno de los hermanos mayores.
El
Ronco era un contador típico, de esos que mantenía en vilo a la
audiencia de adolescentes, mientras describía cómo las cosas habían
ido subiendo de tono, el silencio del resto de los presentes, la
comida enfriándose, el padre -siguiendo la tradición- en un extremo
de la mesa, presidiendo y, finalmente, cómo el padre se levantó y
le partió la nariz de un puñetazo a nuestro impulsivo héroe.
"En
esta casa no se discute de política", dijo el viejo y puso a
ambos hermanos a darse abrazo y al más violento, que había sido el
Ronco, con nariz rota y todo, a sentarse a la mesa y compartir.
-0-
Me
atrae la idea, cuando un año comienza, de compartir esta memoria de
hace cuarenta porque se me ocurre qué pudiera suceder cuando dejemos
de contemplar sin descalificación y sin odio.
Hace
algunos años mi amigo Alan West me invitó a participar del trabajo
de edición de una enciclopedia sobre cultura, historia y sociedad
cubana desde los orígenes hasta el presente; un esfuerzo donde la
intención era brindar un panorama transnacional de toda esta
enormidad y diversidad.
Tomé
el trabajo con tanta seriedad que buena parte de la visión que he
perdido en años recientes lo debo a la cantidad de horas leyendo en
la pantalla de la computadora, casi siempre con mala iluminación;
sin contar que la suma de café y cigarros, hasta que tuve que
abandonar ambos, me hicieron enorme daño también.
Pero
yo soñaba con mostrar -en paralelo, al mismo tiempo que, en conexión
con y también más allá de los enconamientos políticos después de
1959- lo que me parecía más extraordinario y fascinante: la manera
de ser construída una cultura nacional, sus desarrollos en el
tiempo, sus diálogos con el mundo, el heroísmo de su preservación
en condiciones de diáspora, sus potencialidades desde al
auto-reconocimiento del tercermundismo y la condición
sub-desarrollada, sus diversos desarrollos en la contemporaneidad.
Toda
esta suma de contrarios, que en no pocas ocasiones conducía hacia
direcciones encontradas, transformaba el esfuerzo en una especie de
campo de batalla donde tocaba desviar lo mismo invectivas que
elogios, o simples superficialidades que impedían ver la obra de
muchos centenarses de miles de hombres y mujeres, a lo largo del
tiempo, y en geografías diversas, luchando para tener un país y
alimentar y potenciar una cultura.
-0-
Y,
¿si en el inicio de año me propongo una anti-utopía o distopía
unitiva porque, a fin de cuentas, dónde está "Utopía"
hoy? Es decir, ¿dónde está ese "lugar que no existe"? ¿Y
si pensamos la cultura cubana como una inmensidad donde coe-xisten,
con-versan, inter-actúan, se encuentran, caminan generaciones de la
Isla y sus micro-localizaciones diaspóricas?
Poetas,
inventores, dramaturgos, narradores, críticos, pintores, cineastas,
médicos, arquitectos, académicos, urbanistas, economistas,
coreógrafos, filósofos, informáticos, ingenieros, empresarios,
líderes religiosos, deportistas, maestros...
¿Qué
se necesita para algo así? ¿Un museo de nuevo tipo, enciclopedia,
serial televisivo, curso en las escuelas, orientados a propiciar el
re-aprender colectivo, la alegría y el orgullo?
Algún
tipo de instrumento en donde sea posible re-conocer no una parte o
fragmento, sino acceder -de modo inmediato- a un mapa global e
interactivo de la totalidad, el conjunto.
Se
asemeja a la paciente reunión de las fichas de un rompecabezas
gigantesco, tan extendido como el último
conductor-consumidor-creador de cultura nacional que encontremos.
Y
detrás, como telón de fondo, la obligación de encajar todas estas
fichas en ese algo mayor que es la experiencia humana.
-0-
Ahora
que miro hacia atrás, caigo en la cuenta de lo extraordinario y
absurdo de los encadenamientos... ¿Qué iba a imaginar el Ronco, y
yo mucho menos, tanto tiempo más tarde, las derivaciones por las que
todavía influye una nariz rota.
Alberto Abreu
Me
atrae, lo mismo que imán, la siguiente frase de Martí: «Creo en
el fuego y en el movimiento». Creo en lo generatriz y creativo, en
la inquietud, la duda y las preguntas, en el tortuoso esfuerzo para
intentarlas responder. Me gusta cuando, donde quizás se espera y
asegura que no, que nada sucederá, algo repentino ocurre: el fuego
y el movimiento.
De
todos los autores cubanos del presente, uno de los más inquietos y
explorador (me parece que fuerzo el uso de la palabra, más alcanza
con que se le entienda) es el ensayista Alberto Abreu Arcia quien
-además de autor de primera línea dentro del género- ha sido de
los pocos escritores que en la Isla mantienen un blog, en su caso
dedicado al pensamiento crítico en los ámbitos de las luchas
contra el racismo y la discriminación, así como por la igualdad
racial y en cuanto a las opciones y prácticas sexuales que cada
quien decida.
Aunque
el nombre del blog directamente hace pensar en la discriminación de
las personas de raza negra, «Afromodernidades» es el título, los
temas que interesan a Abreu abarcan -además de los señalados-
problemas de la historia literaria cubana, así como sobre la acción
del intelectual en la esfera pública.
La
afromodernidad es la combativa postura del sujeto subalterno,
post-colonial, post-esclavista que se apodera y de-construye la
teoría, la desarma y re-utiliza para comprenderse a sí mismo, al
mundo en el cual habita y luchar por la justicia para todos.
El
más reciente post de A. Abreu es un díptico que termina con la
promesa de continuar y que, de modo global, se titula «Soy, me
pienso y hablo como homosexual negro». El ejercicio de
auto-etnografía con el que empieza el primero de los artículos
merece ser destacado por todo lo que nos deja entrever respecto a
cuanto olvidamos al pretender hacer crítica social:
«Hace
poco un amigo (para más señas homosexual y blanco, a quien en este
texto llamaré J., a secas) me preguntó si no me había fijado en
la ostentación tan agresiva que hacen los homosexuales negros,
iletrados y de procedencia humilde de su identidad sexual. Hecho que
él atribuyó al entorno marginal en el que se desenvolvían la
mayoría de ellos. La necesidad de sobrevivir, como maricones, en un
ámbito familiar y barrial de códigos muy propios y cerrados. Donde
el lenguaje corporal y verbal, tan primitivo y rudo, (propios de la
normativa masculina hegemónica que impera en esos espacios) con
llevan a estrategias y modos de solidaridad, negociación y
pertenencia muy diferentes al que se desenvuelven la mayoría de los
homosexuales blancos. En este medio, más que en ningún otro, “la
debilidad” devalúa y es una ofensa a la machanguería.
Confieso
que, en un inicio, la observación de J. me pareció simple y
estereotipada. Entonces, volví la vista hacia el grupo que
conversaba en una esquina cerca de nosotros. Claro que l@s conocía
desde hace tiempo, justo de allí, de “la zona”. Las veces que
coincidíamos en la pasarela, a diferencia de otr@s pájaras
discretas y modositas, solía sentirme cómodo entre ell@s, seducido
por una rara empatía. En cambio ell@s, al principio, me miraron con
recelo y luego, después de compartidas ciertas complicidades propia
de los espacios de ligue, el recelo y aquella manera de responder a
mis palabras contorsionando los músculos del rostro hasta volverlo
en una mueca, expresión tan común en las mujeres
afrodescendientes, “no me pongas cara de negra vieja”, fue
desplazado por el respecto que atribuía de una diferencia
generacional, aunque casi siempre, tras mediar una discusión,
cualquier@ de ell@s, dijera como advirtiéndole al resto del grupo:
“Esta negra no es como ustedes, ell@ es una negra que tiene
preparación.»
Ayer
escribí un mensajae para Abreu donde, como simple lector, agradecí
la existencia de su texto y lo felicité en particular por ese
párrafo «donde introduces unidas las variables raza,
homosexualidad y pobreza para obligar a que lector vea esa otra
realidad: la parte realmente ardiente de la sexualidad... (...) ...
hay una hermosa ternura indefensa, sufrimiento y humildad y cariño
y respeto en estas simples líneas que uno casi que escucha: «...
cualquier@ de ell@s, dijera como advirtiéndole al resto del grupo:
“Esta negra no es como ustedes, ell@ es una negra que tiene
preparación”.»
A
decir verdad, no escribí «homosexualidad», sino una palabra más
íntima para la cual Facebook no es sitio.
Si
hoy, en la mañana, puse una pequeña nota acerca de un negador de
Martin Luther King Jr., ahora me gustaría enlazar el trabajo de
Abreu con uno de las figuras más destacadas entre los que
acompañaron al célebre lider de la lucha por los derechos civiles.
Me refiero a Bayard Rustin quien -hacia fines de los 80 del pasaado
siglo- dijo: «Veinticinco, treinta años atrás, el barómetro de
los derechos humanos en los Estados Unidos era la gente negra. Esto
no es cierto ya. El barómetro para juzgar ela posición de una
persona respecto a los derechos humanos son ahora aquellos que se
consideran ellos mismos gays, homosexuales, lesbianas.»
La
contundente idea expresada aquí por Rustin en modo alguno se
refiere a que la discriminación haya desaparecido, como bien
sabemos que no es y a diario recibimos pruebas duras que nos
confirman la permanencia, sino que fue capaz de avizorar, desde bien
temprano, el surgimiento de un nuevo tipo de sociabilidad (lo que
hoy entendemos como «corrección política») dentro de la cual es
posible ser, a la misma vez, exquisitamente cortés, aparentemente
amigable, superficialmente correcto y profundamente racista.
«The
new «niggers» are gay», el polémico discurso de Rustin en 1986,
nos lo aclara al señalar que la raíz del problema radicaba en que,
después de lo conseguido en aquella etapa de la lucha por los
derechos civiles, ya nadie se atrevía a decir de manera pública lo
que sí estaba dispuesto a decir (el derecho que se permitía negar)
a propósito de los homosexuales. O sea, que hoy -aunque únicamente
sea en el nivel de la apariencia- es posible actuar como un
hipotético sujeto no-racista y sí como un homófobo salvaje. Tal y
como expresara Rustin en aquella ocasión: «El barómetro para el
cambio social se mide seleccionando al grupo que es más
maltratado.»
Por
eso, enlazando dos épocas, circunstancias y personas, vale la pena
leer ese blog que escribe Alberto Abreu.
The white man in that photo
17 de octubre de 2015 ·
Acabo de leer un lindo texto titulado "The white man in that photo" que -publicado en GRIOT el pasado 3 de Octubre- lleva la firma del escritor italiano Riccardo Gazzaniga y encarecidamente recomiendo. Se encuentra en la dirección:
http://griotmag.com/en/white-man-in-that-photo/
Me ha tocado porque dentro de mis imágenes favoritas está la foto de la premiación de la carrera de 200 metros planos en los Juegos Olímpicos de México en la cual -mientras suenan las notas del himno estadounidense- Tommie Smith y John Carlos alzan un puño envuelto en un guante negro para saludar al modo de los "Black Panthers". El escándalo fue monumental, Smith y Carlos -a resultas de la presión del Comité Olímpico- fueron expulsados del equipo, además de que sus carreras como deportistas se vieron truncadas.
Debo pedir perdón porque, como habrá sucedido con tantas otras personas, la fuerza de ese gesto hizo que no prestase atención al tercero de los premiados aquel día: Peter Norman, corredor blanco del equipo de Australia. Aprendí a sentir orgullo de aquella historia cuando todavía era un estudiante de escuela secundaria, junto con los amigos de barrio y aula que -prestándome libros, escuchando música, comentando un artículo o fotografía- me enseñaban otra forma de ser libre, propia de mi origen y color de piel.
Ahora, la lectura de este hermoso artículo sobre Peter Norman me da otra lección necesaria respecto a todo cuanto, buscando afirmación y proyección hacia la vida, a la misma vez perdí. Aquel pequeño hombre, apagado ante la fuerza del gesto de los campeones negros, fue un héroe tan enorme como ellos; no sólo porque el gesto de protesta lo habían hablado antes los tres, sino porque apoyó a Smith y a Carlos llevando en el pecho la insignia del Olympic Project for Human Rights.
Más allá de ello, incluso, tocó a Norman pagar el precio más terrible: acusado de complicidad, vetado del equipo olímpico de su país y condenado al olvido. Donde los otros tuvieron un sector que valoró la dignidad y valentía del acontecimiento, Norman -que falleció un 3 de octubre de 2006, era cristiano y creía en la igualdad de todos los hombres- nada recibió.
En un momento del artículo se reproduce algo que dijera John Carlos, a propósito de la reacción de Norman cuando le avisaron lo que iban a hacer: "Yo esperaba ver miedo en los ojos de Norman, pero en lugar de ello encontré amor".
Ahora que en Cuba se habla cada vez más, en ocasiones con encono, de la denominada "cuestión racial" del país, agradezco el encuentro con este artículo que me permite -como ya dije- pedir humildemente perdón por mi ceguera, pero también agradezco el recordatorio y ejemplo de cuántos son los modos del amor y la grandeza, la solidaridad y el sacrificio.
Gracias a la honestidad, convicciones y valor de Carlos, Smith y Norman que nos mostraron caminos por los cuales se llega a un mundo mejor.
v.
Luego de terminado el artículo, y por el impacto que ha tenido en lam red, su autor ofrece algunas explicaciones necesarias y cierra con este pequeñísimo párrafo que apenas precisa traducción:
"Yesterday a young man wrote me this racist message: “Go fuck yourself, dago piece of shit”. I think it clearly explains how still long is this road."
Vale la pena recordarlo también.
Acabo de leer un lindo texto titulado "The white man in that photo" que -publicado en GRIOT el pasado 3 de Octubre- lleva la firma del escritor italiano Riccardo Gazzaniga y encarecidamente recomiendo. Se encuentra en la dirección:
http://griotmag.com/en/white-man-in-that-photo/
Me ha tocado porque dentro de mis imágenes favoritas está la foto de la premiación de la carrera de 200 metros planos en los Juegos Olímpicos de México en la cual -mientras suenan las notas del himno estadounidense- Tommie Smith y John Carlos alzan un puño envuelto en un guante negro para saludar al modo de los "Black Panthers". El escándalo fue monumental, Smith y Carlos -a resultas de la presión del Comité Olímpico- fueron expulsados del equipo, además de que sus carreras como deportistas se vieron truncadas.
Debo pedir perdón porque, como habrá sucedido con tantas otras personas, la fuerza de ese gesto hizo que no prestase atención al tercero de los premiados aquel día: Peter Norman, corredor blanco del equipo de Australia. Aprendí a sentir orgullo de aquella historia cuando todavía era un estudiante de escuela secundaria, junto con los amigos de barrio y aula que -prestándome libros, escuchando música, comentando un artículo o fotografía- me enseñaban otra forma de ser libre, propia de mi origen y color de piel.
Ahora, la lectura de este hermoso artículo sobre Peter Norman me da otra lección necesaria respecto a todo cuanto, buscando afirmación y proyección hacia la vida, a la misma vez perdí. Aquel pequeño hombre, apagado ante la fuerza del gesto de los campeones negros, fue un héroe tan enorme como ellos; no sólo porque el gesto de protesta lo habían hablado antes los tres, sino porque apoyó a Smith y a Carlos llevando en el pecho la insignia del Olympic Project for Human Rights.
Más allá de ello, incluso, tocó a Norman pagar el precio más terrible: acusado de complicidad, vetado del equipo olímpico de su país y condenado al olvido. Donde los otros tuvieron un sector que valoró la dignidad y valentía del acontecimiento, Norman -que falleció un 3 de octubre de 2006, era cristiano y creía en la igualdad de todos los hombres- nada recibió.
En un momento del artículo se reproduce algo que dijera John Carlos, a propósito de la reacción de Norman cuando le avisaron lo que iban a hacer: "Yo esperaba ver miedo en los ojos de Norman, pero en lugar de ello encontré amor".
Ahora que en Cuba se habla cada vez más, en ocasiones con encono, de la denominada "cuestión racial" del país, agradezco el encuentro con este artículo que me permite -como ya dije- pedir humildemente perdón por mi ceguera, pero también agradezco el recordatorio y ejemplo de cuántos son los modos del amor y la grandeza, la solidaridad y el sacrificio.
Gracias a la honestidad, convicciones y valor de Carlos, Smith y Norman que nos mostraron caminos por los cuales se llega a un mundo mejor.
v.
Luego de terminado el artículo, y por el impacto que ha tenido en lam red, su autor ofrece algunas explicaciones necesarias y cierra con este pequeñísimo párrafo que apenas precisa traducción:
"Yesterday a young man wrote me this racist message: “Go fuck yourself, dago piece of shit”. I think it clearly explains how still long is this road."
Vale la pena recordarlo también.
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