domingo, 24 de abril de 2016

Museo de Arte Maníaco: interior – derivaciones

10 de mayo de 2012 · Havana, Cuba ·


Como mismo aquel maravilloso poema de Lezama (José L.) donde restallaban par de versos esplendorosos: “un puente, un gran puente que no se le ve / pero que pasa por encima de toda su obra manuscrita”.

Uno quisiera complementar o extender la mirada de lamento implícito de la cual es portador el texto hacia otras zonas, la sensación de estar atravesando una pérdida inmensa; es decir, el duelo, hacia variantes de la escena alrededor y es así que aparece –del modo más irresponsable posible- la verborrea del tickster:

“Estimados señores, no es que los familiares del cadáver me hayan comisionado, sino que aquí falta una voz, ay, una voz. O, como diría el poeta: Un arte, un gran arte que no se le ve“.

*

Vaya, porque tal vez la respuesta a una presión no es el gesto heroico de la sabana, las invasiones, el machete cuidadosamente afilado en las noches, dormir en una hamaca mientras en los pulmones penetra el sereno y toda la acumulación de imágenes que la tradición nos regala para que conformemos el aparataje de lo trascendental, sino un “arte de fuga”, de la relojería, de la gestualidad maníaca, repetitiva, que equilibra la presión al traducirla en insistencia alrededor de un punto.

*
Eso sí, la maravilla de ese punto, su grandeza, su heroicidad (y esto es fundamental entenderlo) es que –por lo general o en el absoluto de los casos casi- pertenece al orden lo absolutamente inútil dentro del entramado social en el cual se ubica. Es tan insistente, necesita de una cantidad tal de operaciones para ser realizado, trabaja en búsqueda de lo diminuto en tal manera y en un tejido de símbolos y referencias ocultas tan espeso que amenaza siempre con sólo tener sentido para quien lo ejecuta; por tal motivo la fuga no sólo implica un escape aterrado de lo real, sino que incluso lo reproduce en una construcción fantasmática. Dicho de otro modo, se huye de lo oprimente (lo real) para fabricar un muñeco de lo real (una burla) que nos permite tener para siempre a lo real presente: delante de los ojos, como una advertencia o pánico de aquello en que nos pudiéramos convertir.

*
El arte fabrica el reino en donde este desplazamiento es posible. El Museo de Arte Maníaco, de Sandra Ceballos, es otro acierto de su ya legendario entre nosotros Espacio Aglutinador; ahora lo maníaco apunta a convertirse en una categoría para la “aglutinación” de arte, de manera que lo que hoy es una exposición personal en el futuro pudiera resultar el paraguas debajo del cual fuesen presentados proyectos o manías ajenas.

*

Las obras trabajan con el arsenal heroico, en lo fundamental, de dos figuras del panteón más rancio y selecto de la historia cubana reciente: José Martí y Ernesto Guevara, ambos dentro de un ambiente donde se multiplica la imagen de ese otro modo de la celebridad guerrera contemporánea y post-moderna que son los personajes del “manga” japonés, esta vez encarnado en la figura de Dragon Ball (rodeado de textos tomados de un texto canónico del historial político del país: el Informe Central al Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba).

En el caso de Martí, podemos asistir (manosear) un álbum donde el héroe -después de muerto- reflexiona a partir del hecho de haber sido muerto por la mano de un cubano; desde esta imaginada, y maniática, variante de la trascendencia el discurso reflexiona sobre su final destino y además pone en solfa la interconexión mitificada del machismo nacional y lo político. A diferencia de la suerte de héroe blando, post-modernizado, que termina siendo este Martí de Sandra (algo así como “el héroe que no debió de estar allí”, alguien a quien “le tocó“) el rostro desencajado de Dragon Ball nos habla de una dimensión en la cual lo heroico está integrado a la esencia como una especie de pasión constitutiva; semejante pasión entonces (visualmente “hecha” en el lenguaje del comic) no puede sino entrar en conflicto con la gravedad programática (pensada para “resumir” y “revolucionar” la Historia) de los textos que rodean la figura: ese Informe al Primer Congreso del Partido Comunista de Cuba.

*

Es aquí donde lo maníaco revela su evidente entraña política, pues la obsesión del agente privado re-construye –en el nivel de la in-significación- las monumentales obsesiones de la Historia, de lo que pasa afuera. En este punto, menos importante que leer acuciosamente los textos elegidos por la autora para elaborar sus manías, es entender nuestras vidas en el espejo de la actitud –como si se tratase de una representación dramática- puesta en escena. O sea, que siendo ella, al propio tiempo, somos nosotros quienes estamos siendo confrontados a elaborar, mostrara, defender, intercambiar, masticar, devorar, excretar nuestras manías. Por este camino podemos terminar dentro de un espejeante delirio psicótico.

*

“La felicidad no existe, sólo existen momentos felices”, dicen.

No sé, aprovechémoslos.

Gracias, Sandra, una vez más me haces pensar.