23 de marzo de 2012 ·
Ni siquiera sé cómo empezar este párrafo, sino en todo caso apelando a esa locura nueva que en nuestras vidas es Internet: voy a intentar cumplir con uno de los últimos deseos de mi padre quien –antes de morir- entregó a mi esposa el par de hojas que reproduzco y transcribo, así la enigmática fotografía que durante decenios conservó. La elección fue adecuada, pues mi esposa posee cualidades de orden de las que yo carezco y es gracias a ella que ahora puedo hacer esto, que es casi como cumplir una última voluntad.
En un momento del testimonio mi padre menciona el vacío que hubo en su vida al desconocer detalles de la infancia o juventud del suyo; a este propósito, y ahora por primera vez, confieso mi sensación de extrañeza al ignorar detalles sobre el pasado de la familia paterna y por pertenecer a una rama Fowler tan pequeña como la mía: sólo mi padre, mi tío Roberto (también fallecido) y mis primos de Ciego de Ávila: Livia y Robertico.
Semejante sensación de soledad y extrañeza condicionó que para mí fuera tan importante la primera visita que hice a la ciudad de Cienfuegos; muy especialmente, la visita que hice al cementerio viejo con la esperanza de hallar alguna inscripción que me aclarase algo de mi pasado familiar. Para mi sorpresa el lugar lleva años luchando contra la penetración del mar y gran cantidad de las tumbas han sido destruídas o lo serán pronto, inundadas por el agua; esto me hizo escribir el poema que titulé Cienfuegos y que igualmente reproduzco. El otro poema, Canadá, fue hecho pensando en la tremenda soledad que debió de haber sentido el abuelo, mulato, mientras estudiaba a finales del siglo XIX en una escuela en Canadá. Parte de ello ha de haber sido el hecho de que –según mi padre- nunca hablaba de aquella experiencia y el que, pese a conservar libros, ni siquiera enseñase una palabra de inglés a sus hijos.
¿Qué fue todo aquello? ¿Quiénes eran esas personas de nombre inglés (George y Carolina) y por qué mi abuelo los visitaba y llevaba con él a mi padre? ¿Por qué mi abuelo tuvo la oportunidad de estudiar, a finales del siglo XIX, en Canadá? ¿Por qué, según mi padre y tío descubrirían con estupor, mi abuelo y abuela se casaron sin mencionar nombre de padres y sólo firmando con las iniciales en lugar de apellido? ¿Quiénes eran esos Fowler de Yaguajay con los que, a todas luces, apenas había relación a pesar de ser parte de la familia? ¿Por qué mi padre conservó y me entregó, junto con su testimonio, la foto de un hombre blanco (con uniforme de algo), cuatro mujeres negras y un adolescente mestizo que, según otras que conservo, es mi abuelo? El modo en el que están distribuídos hace pensar que están posando para una foto de familia. ¿Acaso es ese el Fowler original?
Desde hace tiempo fue mi hermana quien muchas veces me impulsó a publicar esta historia. Aspiro a que Internet, con su locura, nos ayude y –sobre todo- permita contestar las tantas preguntas para las cuales mi padre no encontró respuesta.
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(testimonio de mi padre, Victor Ramón Fowler Bécquer (1924-2004)
Nací en el año 1924. Mi padre se nombraba Ramón F. Rodríguez y mi madre Victoria Bécquer López, él era hijo de Santiago F. quien casó con Inés Rodríguez. Santiago murió cuando mi padre era niño.
La madre de Santiago fue Genara y trabajó como camarera en un barco de la “Flota Blanca” q. recorría la ruta Canadá-Cuba. Cuando mi padre tenía pocos años de edad la familia F. lo envió a Canadá para q. lo educaran, como alumno interno (entonces pupilo) a un colegio en la localidad de Saint John, en o cerca de la costa este, donde estuvo quizás 3 0 4 años y regresó a Cienfuegos en el primer barco que atracó acá cuando terminó el bloqueo de la guerra contra España, eso debió suceder en 1898.
Mi padre era sastre y cuando yo era niño él me llevó a visitar a la familia F. que vivía en Sta. Cruz e/ Sta. Isabel y S. Luis. y recuerdo el nombre de George y XXXXXX quizás una de ellas era Carolina. No sé si él tenía trato frecuente con ellos porq. él trabajaba en una sastrería en D’Clonet e./ S. Carlos y S. Fernando mientras vivimos siempre en Dorticós e/ Gloria e Industria q. es bastante lejos de la vivienda de dicha familia y como niño entonces mis relaciones eran cercanas al lugar de nuestra casa.
Recuerdo q. cerca de 1935 quedaban en casa varios libros en inglés, entre ellos uno con la historia de Robinson Crusoe q. quizás se perdieron como consecuencia del ciclón de ese año.
Mi único hermano R. ya fallecido, vino a la Habana a estudiar odontología y poco después, al comenzar la II guerra mundial mi madre y yo nos mudamos para acá (La Habana). Más tarde el dueño de la sastrería donde trabajaba mi padre la vendió y él vino para aquí, pienso que él no volvió a Cienfuegos.
Mi padre y mi madre fallecieron en 1948 y 1958 respectiv. cuando mi hermano y yo tratamos de cobrar del gobierno por dos casas que heredamos en C. promoviendo el papeleo de la declaratoria de herederos q. no dio resultado entonces nos enteramos q. para casarse en 1920 ellos mismos se inscribieron como Juan R F. y Carmen Victoria B.(*), situación esta q. siempre ha sido inexplicable pues ellos mismos siempre expresaron en todo momento sus nombres de Ramón F. y Victoria B. L.
(*) sin mencionar los nombres de sus padres.
Recuerdo también q. se mencionó en casa q. algunos miembros de la familia F. residían en Yaguajay.
Por último les digo q. hubo un vacío para mí porq. no supe cómo y dónde se desarrolló la vida de mi padre después de su regreso a Cuba hasta su matrimonio con mi madre, q. ya entonces residía con su madre y tres tías solteras.
CANADÁ
Cosecha bajo el frío que esperaba a que la vida calentara y la
vida se ha ido, como filtrada. Debajo de la costra de un hielo inmemorial,
la energía con la que rompía tierra para ir hasta
la fábula de un Canadá muerto, donde los parientes lejanos.
Bosques en el inicio de siglo que el abuelo observaría, pies
congelados y esa misma gana de seres sin forma, según nos
cuentan que fue, sin ánimo de intervenir o de salvarse. Osos,
alerces, nieve, creo que salmones; los mapas de un mundo
escurrido o memoria familiar, donde los recorridos acaban
como quien pregunta frente a un muro. Trajo consigo libros
de un inglés que no compartió y lo cierto es que, más allá de
tres o cuatro frases tópicas, ni siquiera lo imagino.
CIENFUEGOS
Cementerio batido por el mar,
donde busqué raíces sujetando
fino hilo de sangre; creí que
tocaría rostros del agujero
y calmaría la búsqueda.
Entre rotura y hierba, con el
agua en los nichos, una pared
se había derrumbado y debajo
el oleaje como una mano
inmensa que asienta el olvido.
En vano insistí revisando
inscripciones. Donde no hubo
para mí nombre familiar
ni encuentro.