domingo, 24 de abril de 2016

Acabado de suceder el milagro...





Ayer, cuando -acabado de suceder el milagro- lo tenía todo tan claro debí haberlo escrito al instante. Ahora, ya ocurrido, las ideas se confunden y, como desde ángulos distintos, me embargan en mezcla una extraña vergüenza y alegría, timidez y confianza.
Porque de lejos analizas y ves que estás en ciudad y lengua otra; sin amigos cercanos, sin familia. Los meses pasan y poco a poco vas tejiendo lazos débiles: las dependientes del mercado cercano, los otros del convenient store en el cual compras plátanos.
Es así que, por este camino de roces, llega el momento en el que -más allá del saludo cortés- intercambiamos algunas frases acerca del estado del tiempo, sobre la felicidad de las estaciones ahora que el invierno disminuye, hablamos de piercings y tatuajes, o hasta de algunas de las noticias sorprendentes que los noticiarios del día puedan tener.
Y, de repente, de la nada, aparece una desconocida y me pregunta: "Are you a poet?"
Me ha reconocido por la fotografía del poster, no tengo idea dónde lo vió, que anunciaba la lectura que hice a mediados de semana; pide disculpas por no haber podido asistir, pregunta por la próxima, anota la fecha y asegura que esta vez sí que estará. No es una intelectual sino alguien a quien, simplemente, le gusta escuchar y leer poesía. Nació aquí, en Cambridge, y aquí vive. Hemos conversado en inglés.
Recordé la maravilla del momento en el que, en la novela "Paradiso", el espectacular Oppiano Licario se las arregla para que en el bolsillo de José Cemí aparezca la dirección de la casa a la que debe de ir (allí lo espera Oppiano) para ser iniciado en el conocimiento oracular, que está y es la base de la poesía.
Para referirse a la suma de casualidades que termina en el encuentro de los dos personajes y en el inicio del aprendizaje por parte de Cemí, nos dice Lezama que había sido necesario poner en movimiento "las inmensas posibilidades del sistema poético", pero es que el sistema poético conduce de regreso a Dios.

Entonces es a Dios a quien debo agradecer que -mediante la poesía- haya tenido lugar el encuentro, fugaz, con esa amante de la poesía y que allí, donde no hay tiempo ni espacio, ni modernidad aplastante ni asfixia de subdesarrollo, me haya sido revelado el sí de las cosas, acciones, momentos y huellas que valen la pena.

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