Ayer,
cuando -acabado de suceder el milagro- lo tenía todo tan claro debí
haberlo escrito al instante. Ahora, ya ocurrido, las ideas se
confunden y, como desde ángulos distintos, me embargan en mezcla una
extraña vergüenza y alegría, timidez y confianza.
Porque
de lejos analizas y ves que estás en ciudad y lengua otra; sin
amigos cercanos, sin familia. Los meses pasan y poco a poco vas
tejiendo lazos débiles: las dependientes del mercado cercano, los
otros del convenient store en el cual compras plátanos.
Es
así que, por este camino de roces, llega el momento en el que -más
allá del saludo cortés- intercambiamos algunas frases acerca del
estado del tiempo, sobre la felicidad de las estaciones ahora que el
invierno disminuye, hablamos de piercings y tatuajes, o hasta de
algunas de las noticias sorprendentes que los noticiarios del día
puedan tener.
Y,
de repente, de la nada, aparece una desconocida y me pregunta: "Are
you a poet?"
Me
ha reconocido por la fotografía del poster, no tengo idea dónde lo
vió, que anunciaba la lectura que hice a mediados de semana; pide
disculpas por no haber podido asistir, pregunta por la próxima,
anota la fecha y asegura que esta vez sí que estará. No es una
intelectual sino alguien a quien, simplemente, le gusta escuchar y
leer poesía. Nació aquí, en Cambridge, y aquí vive. Hemos
conversado en inglés.
Recordé
la maravilla del momento en el que, en la novela "Paradiso",
el espectacular Oppiano Licario se las arregla para que en el
bolsillo de José Cemí aparezca la dirección de la casa a la que
debe de ir (allí lo espera Oppiano) para ser iniciado en el
conocimiento oracular, que está y es la base de la poesía.
Para
referirse a la suma de casualidades que termina en el encuentro de
los dos personajes y en el inicio del aprendizaje por parte de Cemí,
nos dice Lezama que había sido necesario poner en movimiento "las
inmensas posibilidades del sistema poético", pero es que el
sistema poético conduce de regreso a Dios.
Entonces
es a Dios a quien debo agradecer que -mediante la poesía- haya
tenido lugar el encuentro, fugaz, con esa amante de la poesía y que
allí, donde no hay tiempo ni espacio, ni modernidad aplastante ni
asfixia de subdesarrollo, me haya sido revelado el sí de las cosas,
acciones, momentos y huellas que valen la pena.